La campaña de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con motivo del Día Mundial de la Alimentación resalta el papel que tenemos para acabar con el hambre en el mundo. FUNIBER se suma a la campaña publicando un vídeo en Instagram con 5 acciones cotidianas que pueden ayudar a alcanzar la meta «Hambre Cero»
“Nuestras acciones son nuestro futuro”. Este es el lema de la campaña organizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para el Día Mundial de la Alimentación, que se celebra hoy, día 16 de octubre.
El objetivo de la de este año es promover actitudes que generen más compromisos de los ciudadanos con la meta “Hambre Cero”, una de las finalidades de la Agenda 2030, realizada en conjunto con 193 países que participaron en la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, en 2015.
Sin embargo, los datos más recientes indican que será difícil lograr esta meta. En 2017, la FAO divulgó el informe del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2018, en que alerta sobre el aumento del hambre en el mundo por tercer año consecutivo, afectando a 821 millones de personas.
Hablamos con profesoras del área de Salud y Nutrición de la red universitaria con la que FUNIBER colabora, para saber si la iniciativa podría tener impactos sobre la lucha contra el hambre. Cada una de ellas habla desde la experiencia de sus países de origen ofreciéndonos así una visión más amplia de la situación.
Anna Marín (España) – Nutricionista y docente del área de Salud y Nutrición
“El objetivo mundial de este Día es sensibilizar a la población de la situación alimentaria que viven millones de personas en el mundo, siendo necesario trabajar para combatir la desnutrición, el hambre y la pobreza.
En España, aunque pensemos que nuestra realidad se aleja de esta situación y que no nos afecta de la misma manera, lamentablemente cada día es más frecuente enfrentarnos a un sector de la población que tiene dificultades para acceder a alimentos suficientes y/o de calidad nutricional adecuada. Como consecuencia de ello, difícilmente pueden mantener una alimentación suficiente y saludable y la repercusión que puede suponer en su estado de salud y calidad de vida es indiscutible.
La responsabilidad no únicamente es de las instituciones estatales e internacionales, sino que nosotros, como profesionales de la salud, no podemos dar la espalda a esta situación, y aun viviendo de los conocidos como países industrializados, podemos y debemos aportar nuestro granito de arena”.
Priscilla Almeida (Brasil) – Nutricionista y docente del área de Salud y Nutrición
“Dentro de las distintas posibles esferas de actuación para atacar el problema del hambre mundial, destacaría la iniciativa de informar y concienciar a los individuos no afectados de cómo es posible aplicar acciones diarias y sencillas que pueden contribuir para mejorar esta situación.
Teniendo en cuenta el desperdicio de alimentos como uno de los factores agravantes del hambre, la propuesta consiste en fomentar un estilo de vida más sostenible a través del consumo consciente de alimentos, pasando por todas sus fases: producción, compra, procesamiento hasta el destino de lo que no se consume.
Es una forma de hacer ver cómo estamos todos indirectamente involucrados en este problema, y de cómo indirectamente, podemos intentar solucionarlo”.
Marina Rojo (México) – Nutricionista y docente del área de Salud y Nutrición
“La Seguridad Alimentaria se logra cuando la población tiene disponibilidad de alimentos, accesibilidad a su compra, estabilidad en el tiempo (es decir, que no sólo existan de manera temporal) y cuando logran una correcta utilización de los mismos. En México en el 2016, de acuerdo con la CONEVAL 24,6 millones de personas reportó inseguridad alimentaria (el 20,1% de la población). Esto quiere decir que una parte importante de la población presenta dificultades en alguna, varias o todas las dimensiones de la seguridad alimentaria ya sea porque viven en lugares de difícil acceso, el presupuesto destinado a alimentos es reducido, dependen del temporal, no saben hacer una adecuada selección y/o preparación de los alimentos, entre otras.
Muchas personas desconocen realmente la magnitud del problema del hambre y todos sus posibles matices, probablemente porque no lo han vivido ni conocido de cerca, o porque consideran que es un problema ajeno. Sin embargo, no es necesario vivir en una comunidad marginada, ni conocer de cerca a alguien que tenga problemas de inseguridad alimentaria, para poder llevar a cabo acciones individuales que ayuden a paliar el problema.
Debemos aprender a hacer consumo responsable de los alimentos, prefiriendo alimentos de cercanía y de temporada, conociendo su procedencia, apoyando a los pequeños productores, evitando el desperdicio y aprovechando las sobras, organizando nuestras despensas, planeando nuestro menú, aprendiendo a leer los etiquetados y, en la medida de lo posible, produciendo nuestros propios alimentos.
Estas acciones, aunque parezcan aisladas e insignificantes, pueden contribuir a modificar el modelo de consumo actual, donde la oferta de alimentos es basta en algunas regiones y en otras es mínima, donde unos no producen y solo consumen y los que producen no pueden consumir”.
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