A pesar de que la depresión es un problema mental a medida que se envejece, las formas para diagnosticarla no son adecuadas.
Un estudio sobre la depresión en adultos mayores, denuncia las escasas herramientas para detectar esta patología.
La autora Ainhoa Cabrerizo recalca que, debido al aumento progresivo de la esperanza de vida y de la población adulta mayor, es fundamental dotar a los profesionales de herramientas para un trato correcto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la depresión como “un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración”.
Cabrerizo advierte de que a pesar de que la depresión es habitual en el envejecimiento, no se trata de un proceso natural del mismo.
Para detectar la depresión es habitual la entrevista personal con el paciente o la consulta de su historial clínico y antecedentes familiares. En muchos casos, la persona no exterioriza la afección, lo que se conoce como “depresión enmascarada”.
Una técnica ampliamente utilizada por profesionales sanitarios es la escala Yesavage, que cuenta con diferentes versiones. Esta herramienta consiste en la realización de una serie de preguntas dicotómicas (cuya respuesta únicamente es sí o no) para averiguar el estado del paciente.
El contexto social actual, ante la pandemia de coronavirus, no favorece el bienestar de este colectivo. Además, el edadismo es uno de los prejuicios a los que tienen que hacer frente los adultos mayores.
FUNIBER patrocina una gran variedad de programas universitarios centrados en ofrecer a los profesionales información completa y de actualidad sobre la salud y cuidados hacia los adultos mayores. Uno de los cursos ofrecidos es la Maestría en Gerontología.
Fuente: Pasando agosto en pandemia: la dura realidad de la depresión en los adultos mayores.
Estudio: Detección precoz de depresión en personas mayores de 65 años.
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