Un mayor debate en torno a la salud mental, así como la disponibilidad de consejeros en las escuelas, pueden ayudar a controlar los síntomas de quienes padecen trastornos relacionados.
Los niños sufren de manera generalizada de ansiedad, depresión o autolesiones, pero a menudo no tienen una forma de discutir estos sentimientos en la escuela. Además, la pandemia del COVID-19 ha ampliado la prevalencia de las enfermedades mentales, lo que ha repercutido específicamente en la vida de los estudiantes. Por ejemplo, según una encuesta española, los que tienen entre 18 y 24 años se sienten más ansiosos y tristes desde la pandemia.
Además, con la pandemia, la vida escolar cambió por completo para los estudiantes. Se acostumbraron a clases virtuales con una interacción mínima entre ellos. Las oportunidades para las actividades extracurriculares y el recreo disminuyeron y, a su vez, se redujeron las opciones para que los estudiantes socializaran. Los alumnos han experimentado más tiempo a solas, muchos han cambiado sus hábitos de estudio y utilizan en exceso las redes sociales. Todos estos factores han contribuido al deterioro de su salud mental y emocional.
Para poder hablar de estos problemas de salud mental, los estudiantes necesitan tener acceso a consejeros en sus escuelas. La Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes (CANAE) está trabajando para conseguir varios objetivos de salud mental, entre los que se incluye el aumento del asesoramiento psicológico a los estudiantes, así como el incremento del personal. Muchas escuelas tienen cientos de estudiantes pero sólo un consejero que no puede llegar a todos los jóvenes que luchan con problemas de salud mental. Por ejemplo, la investigación de las escuelas de la Comunidad Valenciana (España) descubrió que hay una proporción de un consejero por cada 700 estudiantes. Esto abruma al orientador y no apoya al grupo estudiantil.
Los alumnos suelen necesitar apoyo para gestionar sus emociones y, por tanto, necesitan a alguien que esté dispuesto a escucharles sin juzgarles. Además, un consejero puede ayudarles a identificar sus emociones. Esto les permite hacer un seguimiento de cómo se sienten durante un periodo de tiempo.
Un trastorno de salud mental específico que ha aumentado recientemente es la ansiedad. Durante el primer año de la pandemia, el 43,7% de la población acudió a un profesional por problemas de ansiedad, según el CIS. Es especialmente frecuente en los estudiantes, ya que es la novena causa de enfermedad y discapacidad en las personas de 15 a 19 años. En el aula, esta ansiedad puede adoptar la forma de ansiedad social y perfeccionismo disfuncional, por ejemplo.
Fuera de la ansiedad, también hay muchos casos de estudiantes que sufren depresión o tendencias suicidas. Como resultado, los menores recurren a las drogas o al alcohol para resolver estos problemas cuando otras opciones no parecen estar disponibles.
En general, las escuelas pueden hacer hincapié en esta educación emocional, con discusiones frecuentes sobre los tipos y la regulación de las emociones. De este modo, los alumnos pueden identificar sus propias emociones y aprender a gestionar los síntomas de posibles enfermedades mentales. En el aula hay una mezcla de emociones con conflictos, relaciones y comportamientos. Lo mismo ocurre fuera de la escuela, así que cuando los alumnos se acostumbran a hablar de estos sentimientos, pueden aprender a gestionarlos mejor.
FUNIBER patrocina programas académicos sobre las influencias psicológicas en la educación, para que los profesores y consejeros puedan estar preparados para apoyar a los estudiantes en sus problemas de salud mental. Algunos de estos cursos son la Maestría en Intervención Psicológica en el Desarrollo y la Educación y la Maestría en Educación con especialidad en Organización y Gestión de Centros Educativos.
Fuente: Salud mental: una necesidad educativa real
Foto: Todos los derechos reservados