La unión como fuente de inspiración: historia de una medalla olímpica inesperada

Maribel Martínez de Murguía era una de las integrantes del equipo español de hockey hierba femenino que, contra todo pronóstico, logró alzarse con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1992, disputados en Barcelona.

Un grupo de jóvenes con una breve trayectoria deportiva que se mezcló con deportistas de la talla de Arantxa Sánchez Vicario, Boris Becker o el Dream Team, con la diversión como única meta.

La entrevistamos para conocer su experiencia personal en los Juegos Olímpicos y qué opina sobre los avances actuales para alcanzar la igualdad de la mujer en el deporte

 

Este año se ha batido la cifra de mujeres participantes en los Juegos Olímpicos de Tokio. ¿Cómo valoras este avance en la igualdad?

Yo creo que es consecuencia del trabajo que se está haciendo desde hace ya mucho tiempo. Y bueno, pues al final cuando uno persiste, cuando uno pone tiempo, esfuerzo, y medios para que esto suceda, las cosas salen. Yo lo valoro muy positivamente, porque esto es lo que tiene que ser o tenía que haber sido hace muchísimo tiempo y que ahora estamos viendo el avance. Así que yo me alegro mucho de que esto se esté normalizando por fin.

 

¿Qué crees que distinguió a la selección española de hockey hierba femenino en el 92, para que os alzarais con esa medalla?

Hubo muchos factores. De esa medalla hace casi 30 años y en España, en ese momento, el deporte femenino era algo ridículo, no había ni trayectoria, ni referentes. Estaban Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, únicamente, como las dos deportistas en aquel momento.

Nosotras hicimos muy bien las cosas, pero porque tuvimos un entrenador que se lo trabajó mucho, que le puso visión, que hizo un plan estratégico perfecto.

Pero, además, yo creo que lo que tuvimos fueron ganas de crecer, de aprender y de pasarlo bien. Era nuestra primera experiencia olímpica. Fueron seis años de preparación muy intensos, donde hicimos muy bien las cosas, pero, sobre todo, conseguimos un grupo humano que aprendió, creció y compitió muy bien en el momento de la verdad.

Y estas fueron para mí las grandes virtudes que tuvo aquel equipo, sin perder de vista nunca, que aquello estaba para disfrutarse. Que aquello era una oportunidad en nuestras vidas, que había que aprovechar porque, ¿cuándo se iban a poder organizar unos nuevos Juegos Olímpicos en nuestro país? Nos tocaba a nosotras por edad, por tiempo y por recursos en ese momento. Por un lado, toda la parte de recursos económicos que hubo orientados a Barcelona 92. Y, por otro lado, todo este plan y todas estas buenas actitudes de las jugadoras consolidaron aquel éxito. Yo creo que fueron las claves.

 

¿Cuál es tu recuerdo más especial de ese momento?

Recuerdo muchas cosas. Cuando llegamos a la Villa Olímpica, recuerdo cómo de repente entramos en contacto con deportistas ampliamente conocidos, como Carl Lewis, por ejemplo, que era uno de los atletas en aquel momento muy conocido y era todo un estandarte en el atletismo. También estaban el Dream Team de aquella época de Estados Unidos y el tenista Boris Becker.

De repente estábamos con los mejores. Con gente referente en el mundo. Y uno de los momentos más impactantes para mí fue cuando vi la primera medalla colgando del cuello de un deportista que bajó hacia el comedor de la Villa Olímpica. Y ahí me acuerdo que nos quedamos allí mirándole, diciendo: ¡qué bonita! ¿Y si pudiésemos nosotras conseguir una así?

Al final, al cabo de los días, obtuvimos una igual. Y es que tú tienes la misma medalla que Carl Lewis o que el Dream Team. Y eso, para gente normal y corriente como nosotras, es algo muy bonito de vivir. Algo muy extraordinario. Así que eso fue uno de los recuerdos.

Otro de los recuerdos fue el propio avance de la competición. Cómo las chicas estuvimos creciendo partido a partido. Empezamos muy mal porque comenzamos perdiendo el primer tiempo contra las alemanas, y lo remontamos y empatamos a dos. A partir de ese momento no perdimos ningún partido. Íbamos creyéndonos que era posible y nos veíamos cada vez más capaces, esa evolución del equipo a lo largo de la competición fue algo mágico que se fue dando.

Recuerdo el día de partidos difíciles contra Australia o contra Corea del Sur en la semifinal. Contra Corea ganamos en la prórroga. Recuerdo el sufrimiento, el pundonor de aquel equipo y recuerdo, claro, el momento mágico de la puesta de medallas. Fue algo muy emocionante, pero al mismo tiempo, estábamos tan cansadas, tan sorprendidas, que aquel momento lo tengo en la retina, y no tengo palabras para describir ese instante de la subida al pódium.

 

¿Cómo crees que ha cambiado en estos 30 años la preparación en el ámbito del hockey?

Bueno, yo creo que ahora hay mucha más tecnología que antes. Pero debo decir que nuestro entrenador ya hace 30 años era muy visionario y cosas que se hacían en aquel momento se siguen haciendo hoy. Yo creo que antes había algo más de margen para innovar. Ahora está todo como mucho más estandarizado. Se tiene que hacer un ejercicio mucho mayor de creatividad para diferenciar pequeños detalles.

La tecnología lo marca casi todo hoy y eso a mí personalmente no sé si me gusta tanto. Creo que la tecnología está bien, te ayuda en muchas cosas, pero limita un poco la parte más espontánea, más creativa, más humana del asunto. Nuestra preparación fue alucinantemente buena. Y, la de hoy, la desconozco en detalle. No te sabría decir cómo es porque no estoy tan cerca de las chicas para saberlo, pero son atletas que están muy preparadas.

Nosotras, por ejemplo, pusimos mucha atención en toda la parte del grupo, Y ahora pues no sé cuánto de eso hay.

 

¿A qué te refieres con el énfasis de la preparación de grupo?

Nosotras convivimos mucho tiempo juntas, mucho. Yo creo que la gente de hoy no convive tanto tiempo. A nosotras la Asociación de Deportistas Olímpicos (ADO) en su momento, nos dio recursos para competir con otros países y poder viajar por los cinco continentes. Eso hizo una piña. Eso ayudó a que el equipo hiciera una piña porque no era solamente la competición, era, luego, vivir la experiencia del viaje.

Nos quedábamos también días de vacaciones juntas. Todo eso ayudó. Yo creo que hoy eso no se hace. De hecho, en nuestra época se paró la Liga Nacional. Hoy en día no, los clubes tienen también otro nivel. Y las chicas hoy no viajan de esa manera como nosotras lo hacíamos.

El dinero de ADO en la actualidad para las chicas está para su sueldo individual, para poderse mantener profesionalmente hablando, del deporte. Pero nosotras no éramos profesionales del deporte, no recibíamos prácticamente dinero, pero sí que nos permitía viajar y tener esta experiencia para que el grupo se cohesionara, nos conociéramos y conviviéramos. Yo creo que todo eso no es tan intenso, no en la realidad del equipo de hoy.

 

¿Y crees que eso influyó en vuestra victoria, que fue un factor determinante?

Sin ninguna duda. En esos seis años de preparación el grupo cambió poco. Muchas de nosotras seguimos siendo a día de hoy, 30 años después, súper amigas. Entonces eso fue fruto de toda esa convivencia, de toda esa experiencia vivida juntas y que no era solamente la competición.

Yo creo que las chicas de hoy no hacen esto de la misma manera. La preparación está mucho más enfocada a lo que es la competición en sí.

 

Ahora que existen tantos programas universitarios sobre la mujer y el deporte, ¿cómo los valoras para favorecer la inclusión?

Esto es todo progreso. Es decir, al final este tipo de proyectos, de programas, forman parte del progreso, son parte de la normalidad. Va a ayudar a que la convivencia sea mejor. Que las mujeres estemos avanzando, en este tipo de cosas, con mucho más protagonismo, más visibilidad, eso siempre es bueno.

Y, por otro lado, creo que no podemos perder de vista que el hombre forma parte de todo este cambio, todo este progreso, a lo que sería hacer un guiño a la nueva masculinidad. Es decir, de la misma manera que tiene que haber programas especiales para las mujeres, que eso está muy bien, también estaría bien pensar en cómo impulsar todo esto de la nueva masculinidad para que los hombres también se reeduquen algunos y aprendan otros, para que la convivencia sea más fácil. No podemos ir por libre, ni las mujeres ni los hombres.

 

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