Caminar no solo mantiene activos a los adultos mayores, también puede ser una herramienta terapéutica cuando se dosifica con criterio. Un nuevo análisis publicado en PLOS ONE aporta evidencia sólida de que la cadencia de marcha, es decir, los pasos por minuto, funciona como un marcador objetivo de la intensidad del ejercicio y está vinculada con mejoras significativas en la capacidad funcional de personas prefágiles y frágiles. Los resultados apuntan a una respuesta afirmativa y abren una vía práctica para diseñar intervenciones más efectivas y medibles.
El papel de la cadencia de marcha en la intensidad
La intensidad es el componente más esquivo al prescribir actividad física, sobre todo en adultos mayores que suelen usar fármacos que alteran la frecuencia cardiaca o que encuentran difícil guiarse por la percepción subjetiva del esfuerzo. La cadencia de marcha ofrece una alternativa estandarizada y objetiva, medible con acelerómetros e incluso con teléfonos inteligentes. Estos hallazgos sugieren que, más que alcanzar un umbral fijo, como los 100 pasos por minuto señalados por estudios previos para intensidad moderada, lo decisivo es aumentar la cadencia respecto al paso habitual de cada persona. Ese incremento relativo puede traducirse en una dosis de ejercicio más efectiva dentro del mismo tiempo de sesión.
¿Cómo se realizó el estudio?
El trabajo analizó de forma secundaria un ensayo con adultos mayores prefágiles y frágiles que vivían en comunidades de retiro. Se les asignó aleatoriamente a dos modalidades durante 4 meses y 48 sesiones totales: caminata de alta intensidad, con la consigna de «camina tan rápido como puedas de forma segura», y caminata a velocidad casual, con un ritmo cómodo. En cada sesión se registró la cadencia con un acelerómetro activPAL colocado en el muslo, excluyendo periodos de calentamiento, enfriamiento o actividades sin desplazamiento. La variable principal fue alcanzar el cambio mínimo clínicamente importante en la distancia recorrida en la prueba de marcha de 6 minutos, fijado en 30 metros. Para el análisis se dispuso de datos completos de 102 participantes, 56 en el grupo de velocidad casual y 46 en el de alta intensidad.
Resultados relevantes
Los participantes del grupo de alta intensidad incrementaron de forma consistente su cadencia frente al grupo de velocidad casual. Hacia la fase final del programa, la mediana fue de 100 pasos por minuto en el grupo de alta intensidad frente a 77 pasos por minuto en el grupo de caminata casual, diferencia estadísticamente significativa. Además, un 65% de quienes entrenaron a alta intensidad superó el umbral de mejora clínica en la prueba de 6 minutos, frente a un 39% en el grupo de ritmo cómodo. Cuando los investigadores incorporaron la cadencia al modelo, el efecto de pertenecer al grupo de alta intensidad dejó de ser significativo, lo que indica que la mejora se explica por el aumento de la cadencia. En términos prácticos, un incremento aproximado de 14 pasos por minuto por encima del paso cómodo durante las sesiones se asoció con mayores probabilidades de lograr una mejora clínicamente importante.

Implicaciones finales
Para la práctica clínica y comunitaria, la cadencia aparece como un indicador útil para guiar y monitorizar la intensidad de la caminata en adultos mayores con fragilidad, aprovechando herramientas accesibles y de bajo costo. Programas de ejercicio con volumen estable —misma frecuencia y duración— pueden volverse más efectivos si se añaden metas de cadencia personalizadas, con retroalimentación en tiempo real y supervisión adecuada. Por otro lado, conviene recordar que el estudio se realizó con apoyo y acompañamiento de personal entrenado, por lo que la traslación a escenarios sin supervisión requiere cautela. Aun así, la idea central es clara: pequeñas subidas en el ritmo, seguras y sostenibles, pueden transformar una caminata habitual en una intervención capaz de mejorar la capacidad funcional y, con ello, la autonomía.
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