Estudiar de manera eficiente no se trata de pasar largas horas frente a los apuntes, sino de aprovechar al máximo las capacidades de nuestro cerebro. Comprender cómo funciona la memoria y qué factores influyen en el aprendizaje puede transformar nuestra forma de estudiar y enseñar. A continuación, exploraremos algunas estrategias respaldadas por la neurociencia para optimizar el estudio y consolidar el conocimiento a largo plazo.
La importancia del sueño y las pausas
El cerebro necesita tiempo para procesar y consolidar la información aprendida. Durante el sueño, el hipocampo, una región clave en la formación de recuerdos, refuerza las conexiones neuronales y organiza los conceptos adquiridos. Por ello, estudiar sin descanso puede ser contraproducente. Las pausas regulares y el sueño profundo no solo mejoran la retención, sino que también reducen la interferencia entre conceptos similares.
Además, la práctica espaciada, que consiste en distribuir el estudio en sesiones más cortas a lo largo del tiempo, es mucho más efectiva que las sesiones maratónicas. Esta técnica combate la curva del olvido, permitiendo que la información se mantenga activa en la memoria a largo plazo.
Técnicas de estudio efectivas
Entre las estrategias más eficaces se encuentra la evocación activa, que implica recordar lo aprendido sin consultar los apuntes. Métodos como las tarjetas de memoria (flash cards) o explicar un tema en voz alta fortalecen las conexiones neuronales al obligar al cerebro a recuperar la información.
Otra técnica destacada es la de Feynman, que consiste en explicar un concepto como si se estuviera enseñando a un niño. Si no se logra hacerlo de manera sencilla, probablemente no se ha comprendido del todo. Este enfoque fomenta la reorganización mental y una comprensión más profunda.

Motivación y emociones: el motor del aprendizaje
El interés y la motivación intrínseca son factores determinantes en el rendimiento cognitivo. Cuando algo resulta relevante o emocionante, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la recompensa, que facilita la consolidación de la memoria. Por ello, los temas que despiertan curiosidad o están relacionados con experiencias personales suelen recordarse mejor.
En el aula, los docentes pueden aprovechar este principio integrando actividades dinámicas, debates o ejemplos prácticos que conecten los contenidos con la vida cotidiana de los estudiantes.
Adaptarse a las diferencias individuales
Cada persona tiene un cronotipo que influye en su rendimiento. Algunos son más productivos por la mañana, mientras que otros rinden mejor por la noche. Identificar las horas de mayor energía mental y ajustar los horarios de estudio puede marcar una gran diferencia.
Asimismo, la teoría de la carga cognitiva nos recuerda que la memoria de trabajo tiene límites. Dividir la información en bloques más pequeños, utilizar ejemplos concretos y espaciar el aprendizaje son estrategias que reducen la sobrecarga mental y facilitan la comprensión.
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Fuentes:
The Conversation
