Cada diseñador tiene que encontrar su propuesta de valor y dirigirse a los posibles clientes que podrían comprar sus productos
Para ser freelance en el sector del diseño gráfico es necesario tener las ideas muy claras y conocer qué es lo mejor que puede vender cada uno. La primera recomendación es definir la oferta de valor, es decir, definir lo que a cada uno se la da mejor hacer y centrarlo en una disciplina y un nicho de mercado concreto. Esto es lo que permitirá que los productos que se diseñen se diferencien de la competencia.
La diseñadora y consultora de marketing Laura López destaca que para crear una propuesta de valor se deben resolver tres cuestiones:
- Cómo se resuelve el problema o necesidad del cliente ideal
- Qué beneficios tendrá el cliente al contratar los servicios que se ofrecen
- Por qué debería elegir el cliente un diseñador y no otro que trabaja en la competencia
Una vez decidida la propuesta de valor, esta se debe incluir en la página web personal, así como en las redes sociales o en los presupuestos que se entregan a los clientes.
“Es importantísimo que se dedique tiempo a reflexionar qué es lo que hace que un producto sea único en el mercado”, explica López, que añade que esta es la clave para dejar de competir por precio y empezar a tener unas cifras más elevadas en relación a lo que se aporta al cliente.
El siguiente paso es definir los proyectos que un diseñador tiene que vender para cubrir gastos y obtener beneficios. Para ello, el diseñador gráfico Eduardo Espinoza recomienda calcular cuánto dinero se necesitará al mes y cuántos clientes se tendrán que conseguir para ello. Por ejemplo, para ganar 1.000 dólares se tendrían que conseguir tres proyectos, dos de 250 dólares y uno de 500.
Una vez definidos los ingresos que se necesitan, toca agrupar casos de éxito, es decir, documentar proyectos similares que se hayan realizado. Espinoza remarca que un caso de éxito no es solo presentar el portafolio o los dibujos, sino explicar cómo se resolvió el problema que tenía el cliente, cómo se llegó a esa solución y cuáles fueron los resultados, es decir, cómo se benefició al cliente y qué rentabilidad le generó.
Finalmente, el último paso es vender el producto, contactar con los clientes potenciales y presentarles cuáles son sus necesidades y cómo se podrían resolver. “Nunca intentes venderle a quien no te puede comprar”, explica Espinoza, que recomienda buscar al director de compras, al CEO o al líder de proyecto.
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Fuente: Vivir del diseño es más fácil de lo que parece
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