La Fundación Universitaria Iberoamericana (FUNIBER) entrevista al arquitecto, consultor y docente investigador Gabriel Hölzel para hablar sobre los desafíos que debemos enfrentar para pensar las ciudades del futuro.
La entrevista se ha realizado por el área de Acción Social de la Fundación, en colaboración con el Departamento Académico de Proyectos, conmemorando el Día Mundial de las Ciudades, que se celebra hoy, 31 de octubre.
Gabriel Hölzel ejerce de secretario técnico administrativo del Instituto Superior de Urbanismo, Territorio y Ambiente, de Argentina, es supervisor de equipos de proyecto en convenios de asistencia técnica en el ámbito universitario, consultor especialista en organismos gubernamentales, además de docente e investigador.
Se estima que la población mundial alcanzará los 10.000 millones en 2050, lo que impulsará el crecimiento de las ciudades y la necesidad de nuevos edificios. ¿Qué estrategias pueden adoptarse para asegurar que este crecimiento sea sostenible, eficiente y seguro?
Es fundamental considerar un enfoque que incorpore estrategias de desarrollo urbano sostenible, optimización del espacio y priorización de recursos naturales. Al anticiparse a la demanda de vivienda e infraestructura en ciudades que se espera alberguen una creciente población, algunos urbanistas han propuesto ideas clave para construir las estrategias para un desarrollo inclusivo, resiliente y consciente del medio ambiente. Estas estrategias deberían integrar la planificación urbana compacta, la eficiencia energética en construcción, el transporte sostenible, la economía circular y la resiliencia climática. La Agenda 2030 de la ONU establece un marco para desarrollar ciudades que no solo respondan a las necesidades de una población creciente, sino que también promuevan una vida urbana inclusiva, equitativa y en armonía con el medio ambiente. Con una implementación adecuada, estas estrategias podrían contribuir a ciudades preparadas para afrontar los desafíos de un mundo más poblado y un entorno en constante cambio.
La planificación urbana compacta y uso mixto del suelo permiten que la vivienda, el comercio y los servicios estén en proximidad, lo que disminuye la necesidad de transporte y contribuye a reducir la huella de carbono. Varios especialistas, entre ellos Alfredo Garay, resaltan la importancia de integrar diferentes sectores en un espacio compacto y funcional, en el que las distancias entre la vivienda, el trabajo y las áreas de ocio sean menores. Este enfoque apoya la vida urbana sostenible al crear un entorno donde los habitantes pueden caminar o utilizar medios de transporte sostenibles para sus necesidades diarias. Asimismo, facilita la construcción de edificios de mayor densidad, maximizando el uso del espacio vertical en lugar de expandirse hacia las periferias.
La Agenda 2030 promueve esta densificación controlada como una forma de reducir el consumo de suelo agrícola y preservar los ecosistemas circundantes, para garantizar la seguridad alimentaria en un mundo superpoblado.
A medida que aumenta la demanda de espacio habitable, la eficiencia energética en la construcción y el uso de tecnología innovadora se vuelven esenciales. Rem Koolhaas argumenta que la arquitectura contemporánea debe adoptar materiales sostenibles y sistemas energéticos eficientes para reducir el impacto ambiental de las nuevas construcciones. En este sentido, los edificios “inteligentes” y sostenibles pueden incorporar tecnologías que optimicen consumo de energía mediante sensores IoT (Internet de las cosas), sistemas de iluminación y ventilación eficientes, y materiales reciclables. Estos sistemas minimizan el impacto ambiental y permiten un control más eficiente del uso de los recursos dentro de los edificios.
Los techos y muros verdes pueden ayudar a reducir la temperatura en áreas densamente pobladas y disminuir la contaminación del aire. Las principales agendas del mundo promueven estas prácticas en el contexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para promover la eficiencia en el uso de los recursos.
La expansión urbana impone el reto de gestionar la movilidad de una mayor cantidad de personas en entornos urbanos densamente poblados. Es esencial desarrollar sistemas de transporte público robustos y sostenibles. Autores como Saskia Sassen destacan la importancia de crear redes de transporte que conecten diferentes áreas de la ciudad y sus periferias, para asegurar los estándares esperados de accesibilidad.
El uso de tecnologías para hacer el transporte más eficiente, como los autobuses eléctricos y el diseño de ciclovías, ayuda a reducir la huella de carbono y contribuye a una mejor calidad del aire y una movilidad segura. Además, la interconexión entre diferentes modos, como el tren y el autobús, maximiza la accesibilidad en las ciudades, facilitando el acceso a zonas densamente pobladas sin saturar las vías principales.
Otro enfoque interesante es el de la economía circular, con residuos minimizados, reciclados o reutilizados. Deyan Sudjic, por ejemplo, ha propuesto que las ciudades deberían pasar de un modelo lineal de producción y consumo a uno circular, en el que los materiales y productos sean diseñados para ser reutilizados. Este modelo se enfoca en reducir el desperdicio y aprovechar los recursos existentes al máximo.
La resiliencia ante los impactos del cambio climático es una prioridad en la construcción de ciudades sostenibles. La planificación urbana debería considerar la adaptación a fenómenos climáticos extremos, como inundaciones y olas de calor. Sistemas de drenaje urbano sostenible, áreas verdes, y espacios públicos diseñados para mitigar el calor, serán infraestructuras para garantizar la seguridad de la creciente población urbana.
Ciudades como Copenhague y Singapur han implementado infraestructura verde y sistemas de drenaje innovadores para reducir las inundaciones y mejorar la calidad ambiental. Incluir la resiliencia en el diseño urbano posicionará a las ciudades para los desafíos futuros, especialmente en el contexto de un clima impredecible.
¿Qué es una ‘Smart City’ y cuál es su impacto potencial en el desarrollo de las ciudades del futuro?
Se define como una ciudad inteligente que utiliza tecnología avanzada, principalmente basada en datos y comunicación digital, para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y optimizar el uso de sus recursos. El concepto va más allá de la digitalización; implica el desarrollo de soluciones que aborden problemas sociales, económicos y ambientales. Al adoptar soluciones digitales integradas y sostenibles, las ciudades inteligentes pueden mejorar la calidad de vida, reducir el impacto ambiental y fomentar la cohesión social. Sin embargo, para cumplir con estos objetivos, las Smart Cities deben considerar los derechos y necesidades de todos sus habitantes, superando la brecha digital y priorizando la equidad en el acceso a los beneficios tecnológicos.
Bien implementadas, podrían ser un modelo para ciudades del futuro que aspiren a ser inclusivas, diversas y sostenibles. Las Smart Cities podrían optimizar la vida urbana; encarnan una visión de justicia social y ambiental que también se alinea con los ideales de la Agenda 2030.
Una ciudad inteligente se construye sobre tres pilares clave: infraestructura conectada, datos en tiempo real y una ciudadanía activa y participativa. La infraestructura conectada incluye redes de sensores, sistemas de comunicación y servicios que interactúan entre sí, desde el transporte público hasta la gestión de energía y el suministro de agua. Estos sistemas están vinculados a través de IoT, facilitando el flujo de datos que permite tomar decisiones informadas y rápidas. El acceso a la información en tiempo real permite ajustar los recursos urbanos de acuerdo con las necesidades, promoviendo una asignación de recursos eficiente y sustentable.
La ciudadanía activa y participativa es esencial en una ciudad inteligente. Para Saskia Sassen, una Smart City se basa en tecnología y en la inclusión de los habitantes en el proceso de toma de decisiones. Una ciudad inteligente tiene un impacto transformador en múltiples aspectos del desarrollo urbano. En términos de eficiencia energética, las Smart Cities disponen de sistemas automatizados para gestionar el consumo de energético en edificios y espacios públicos, lo que contribuye a reducir la huella de carbono,
Las ciudades inteligentes emplean tecnologías como el análisis de datos para mejorar la movilidad y reducir la congestión vehicular. Las aplicaciones de transporte público, pueden informar a los ciudadanos sobre los tiempos de llegada, rutas alternativas y disponibilidad de vehículos en tiempo real. Estas innovaciones reducen el tiempo de viaje y las emisiones de gases contaminantes, al incentivar el uso de medios de transporte compartido y sustentable.
Sin embargo, el desarrollo de ciudades inteligentes enfrenta diversos desafíos. La privacidad y seguridad de los datos son una preocupación central. El flujo continuo de datos necesarios para el funcionamiento de una Smart City también requiere medidas estrictas para proteger la información personal de los ciudadanos.
Además, la brecha digital representa otro desafío importante. No todos los ciudadanos tienen el mismo acceso a la tecnología ni las mismas habilidades para aprovechar las plataformas digitales. Para que una ciudad inteligente sea realmente inclusiva, es necesario implementar políticas de educación digital y ofrecer acceso equitativo a la tecnología, especialmente para aquellos en sectores más vulnerables.
La implementación de una Smart City debe orientarse hacia la equidad y la sostenibilidad. Esto implica que la tecnología debe usarse no solo para optimizar recursos, sino también para resolver problemas sociales, como la segregación en los barrios periféricos y la mejora de servicios esenciales, como la educación y la salud.
Las soluciones de una Smart City sostenible también deberían adaptarse a las condiciones locales y respetar el entorno natural. Para abordar el impacto del cambio climático, las ciudades implementarán tecnologías de monitoreo ambiental que registren la calidad del aire y el uso de recursos naturales. Estas herramientas permitirán adoptar decisiones basadas en datos y responder de manera proactiva a problemas ambientales, un enfoque que los especialistas consideran esencial para una gestión sostenible de las ciudades modernas.
En el futuro se espera un incremento de la población de la tercera edad, por el aumento de la esperanza de vida. ¿Este es un reto especial en las ciudades? ¿Cómo responder a la necesidad de ajustar la infraestructura y los servicios a las necesidades de esta población?
Este fenómeno exige que las ciudades adapten su infraestructura y servicios, promoviendo un entorno inclusivo, accesible y adecuado. Los desafíos de adaptación urbana son una oportunidad para crear entornos inclusivos y sostenibles. La implementación de infraestructura accesible, tecnología inteligente y programas de atención comunitaria son elementos esenciales para asegurar que las personas mayores puedan vivir de manera independiente, saludable y socialmente activa.
Esta situación implica una mayor demanda de servicios de salud, movilidad y vivienda adaptada. Según Deyan Sudjic, las ciudades deben rediseñar sus espacios públicos y sus servicios para que sean accesibles y seguros para las personas mayores, con mejora de la infraestructura para peatones y creación de zonas de descanso en áreas seguras.
Saskia Sassen, al analizar la estructura social de las ciudades, destaca la importancia de los espacios públicos en la creación de comunidades cohesionadas y en la prevención de la soledad en la tercera edad.
La integración de la accesibilidad universal en la infraestructura, en todos los aspectos relacionados con esta población especialmente vulnerable, debe establecerse como una inversión a mediano y largo plazo por parte de los ciudadanos actualmente activos que aspiren a disponer de estos beneficios en el futuro. La concientización es muy importante, aunque debe asegurarse la consolidación de una normativa específica y la disposición de los recursos requeridos para asegurar su aplicación efectiva.
La segregación social, especialmente en los barrios periféricos, es uno de los principales desafíos urbanos actuales. ¿Qué estrategias deberían implementarse para promover una mayor integración y cohesión social en las ciudades?
Este problema, caracterizado por la falta de acceso equitativo a servicios, infraestructura y oportunidades, exige soluciones integrales que promuevan una mayor inclusión y reduzcan las barreras entre los distintos sectores de una ciudad.
La segregación social en las ciudades requiere una intervención multisectorial que aborde tanto la infraestructura física como las necesidades sociales y económicas de los habitantes de áreas periféricas. La implementación de políticas de vivienda inclusivas, la mejora de los servicios públicos, la creación de espacios de integración y el fomento de una economía local son estrategias clave para construir ciudades inclusivas y cohesionadas.
A través de una planificación urbana centrada en la inclusión y la participación, las ciudades pueden enfrentar el desafío de la segregación social y avanzar hacia un futuro más justo y sostenible para todos sus habitantes.
La segregación social en las ciudades, especialmente en las áreas periféricas, no es solo una cuestión de ubicación geográfica, sino de una combinación de factores sociales, económicos y políticos.
Según Sassen, la globalización impactó en la distribución urbana con un crecimiento desigual que margina a ciertos sectores de la población. Los flujos de capital e inversión determinan el desarrollo o deterioro de áreas urbanas. Para revertir este fenómeno, es fundamental comprender sus causas profundas, desde la falta de políticas de vivienda accesible hasta la concentración de recursos en los centros urbanos.
Es un desafío sin respuestas lógicas de manual que requiere la promoción de acciones no exentas de inevitables disensos que gestionar, como políticas de vivienda que deberían ir más allá de la construcción de nuevas unidades, regeneración de barrios periféricos, lineamientos auténticamente participativos, acceso equitativo a servicios básicos, movilidad equitativamente accesible, inversiones para neutralizar las asimetrías, etc.
La demanda futura de agua, energía y seguridad alimentaria será cada vez mayor. ¿Qué estrategias podrían implementarse en las ciudades para reducir su huella ambiental y satisfacer estas necesidades de manera sostenible?
Para enfrentar los retos del crecimiento poblacional de manera sostenible, será necesario implementar estrategias que incluyan la gestión sostenible del agua, el impulso del uso de energías renovables, la promoción de la agricultura urbana, la movilidad sostenible y gestión de políticas inclusivas que reflejen las necesidades de todos los ciudadanos. La colaboración y la innovación serán fundamentales para crear un escenario urbano que satisfaga las necesidades actuales y preserve los recursos para las generaciones venideras.
Una estrategia clave para la gestión sostenible del agua es la implementación de sistemas de captación y reutilización de aguas pluviales, que permiten recolectar y almacenar el agua de lluvia para su uso en riego, sanitarios y limpieza, aliviar la presión sobre los recursos hídricos y reducir el riesgo de inundaciones urbanas La innovación en este campo permite tratar el agua usada para reutilizarla en la agricultura y otros usos no potables, especialmente relevante en contextos donde la seguridad alimentaria es crítica.
La transición hacia fuentes de energía renovable es fundamental para reducir la huella ambiental de las ciudades. En los países centrales, hace tiempo se aprovechan fuentes limpias en entornos urbanos, para satisfacer parte de la demanda, e inclusive generar ingresos a través de la venta de energía excedente que se devuelve a la red.
Adoptar estándares de construcción que prioricen la eficiencia energética, como el uso de materiales sostenibles y sistemas de aislamiento, puede reducir significativamente el consumo de energía en los edificios.
Muchas ciudades dependen de la agricultura en áreas rurales para su suministro de alimentos. Los dispositivos de agricultura urbana pueden desempeñar un papel fundamental para mejorar la seguridad alimentaria. Techos verdes y jardines comunitarios proporcionan alimentos frescos, mejoran la calidad del aire y reducen el efecto “isla de calor” en entornos urbanos. Los sistemas de producción de alimentos en invernaderos y técnicas de hidroponía y aeroponía pueden optimizar la producción en espacios acotados y reducir el uso de agua y sustratos.
Desalentar el uso del automóvil disminuye las emisiones de gases de efecto invernadero, mejora la calidad del aire y reduce la contaminación sonora. Las medidas coercitivas unilaterales para conseguirlo son de más cómoda implementación que la demanda de inversiones para que transporte público constituya una alternativa atrayente para los usuarios. Una vez más, el desafío no radica tanto en la creación de consensos, sino en la gestión de los disensos.
Los espacios públicos bien diseñados son vitales para la interacción social y el bienestar de los ciudadanos. Crear parques y áreas recreativas que integren la naturaleza en el entorno urbano contribuye a la salud mental. Además, pueden convivir con dispositivos para la agricultura urbana y la recolección de agua pluvial.
También es fundamental que se implementen políticas de sostenibilidad que consideren la inclusión social. Esto implica que las decisiones sobre el desarrollo urbano sean participativas y reflejen las necesidades de todas las comunidades, especialmente las más vulnerables. La colaboración entre jurisdicciones gubernamentales, organizaciones no gubernamentales y el sector privado podría facilitar la implementación de iniciativas sostenibles que beneficien a toda la población.
Fomentar una cultura de sostenibilidad en los espacios educativos y comunitarios es esencial para garantizar que todos los ciudadanos se involucren en la creación de un futuro urbano más sostenible.
Actualmente, ¿Qué tipos de herramientas o diagnósticos se usan para medir estas necesidades urbanas, tener mejores indicadores y definir retos para el futuro?
La capacidad de medir y evaluar las necesidades de las ciudades es esencial para enfrentar los desafíos actuales y futuros. Las herramientas y diagnósticos adecuados permiten a los actores implicados entender mejor las dinámicas urbanas y definir estrategias efectivas para un futuro más inclusivo, diverso y sostenible.
Desde índices de sostenibilidad hasta tecnologías de IoT, las herramientas disponibles ofrecen información valiosa para la gestión urbana. La integración de la participación ciudadana, el análisis de datos y el enfoque en la equidad social son esenciales para gestionar ciudades que respondan a las necesidades de sus habitantes en un futuro incierto.
Uno de los métodos más utilizados son los índices de sostenibilidad y calidad de vida. Éstos proporcionan un marco cuantitativo para medir dimensiones del bienestar urbano, como factores económicos, sociales y ambientales.
Por ejemplo, el Índice de Sostenibilidad Urbana (ISU), desarrollado por varias organizaciones internacionales, evalúa la sostenibilidad de las ciudades mediante varios indicadores (acceso a servicios básicos, calidad del aire, uso de recursos energéticos renovables, etc.). Se trata de recursos que permiten identificar áreas que requieren intervención y comparar el rendimiento entre distintas ciudades.
Los Sistemas de Información Geográfica (SIG) son herramientas poderosas que permiten la recopilación, análisis y visualización de datos espaciales. Facilitan el mapeo de la infraestructura urbana, la distribución de la población y la identificación de áreas vulnerables, entre otras variables tangibles, y permiten la detección de variables intangibles urbanas, más ligadas a los comportamientos, los flujos de personas y cosas, patrones de desarrollo, etc.
La tecnología de teledetección remota, mediante el uso de sensores montados en satélites espaciales, han evolucionado a la par de los SIG para complementar la información georreferenciada, que permite la toma de decisiones basada en escenarios simulados de la realidad dinámica de los fenómenos producidos en el territorio. Nuestro país forma parte de proyectos internacionales colaborativos de detección y procesamiento de datos espaciales aplicados a variadas disciplinas. Sin embargo, la precisión de los sensores ha avanzado y su disponibilidad se ha democratizado sólo recientemente, para las aplicaciones en espacios urbanos.
Las herramientas de análisis de datos y modelización predictiva permiten anticipar tendencias y patrones en el crecimiento urbano y en el comportamiento de la población. Las técnicas de análisis estadístico y algoritmos de aprendizaje automático pueden simular diferentes escenarios de desarrollo urbano y otros procesos complejos. El uso de dispositivos de posicionamiento global (GPS), ampliamente utilizados en el siglo pasado, y la sofisticación de las capacidades de los drones, ofrecen datos precisos que garantizan la confiabilidad de los de los modelos de simulación.
Los sensores y el Internet de las Cosas (IoT) son herramientas presentes en proyectos de recopilación de datos en tiempo real sobre el entorno urbano, para medir variables como la calidad del aire, el ruido, el tráfico y el consumo de energía, monitorear las condiciones urbanas y responder rápidamente a demandas emergentes.
Los espacios destinados a dar soporte a la participación ciudadana son fundamentales para comprender las necesidades de la población. Encuestas, foros comunitarios y plataformas digitales son métodos efectivos para recoger opiniones y experiencias de los ciudadanos sobre su calidad de vida y los servicios urbanos.
Diferentes iniciativas que implican la participación ciudadana en los procesos de gestión en muchas ciudades, pretenden integrar en la toma de decisiones las voces de diversos grupos demográficos.
Para promover ciudades inclusivas, es esencial medir no solo el rendimiento económico, sino también la desigualdad social y la equidad. Herramientas como el Índice de Gini y otros indicadores permiten evaluar las disparidades en el acceso a servicios básicos, educación y oportunidades económicas.
Los observatorios globales, como la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible de la ONU, proporcionas marcos integrales para medir el progreso en las ciudades hacia metas de sostenibilidad urbana, reducción de la pobreza, promoción de la inclusión social, etc.