En esta entrevista, la doctora Núria Rajadell-Puiggròs, docente de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona (España), autora de diversos artículos y libros sobre didáctica y organización escolar, analiza los desafíos de la formación docente.
Desde su experiencia como Formadora de Docentes nos gustaría tener su valoración de las transformaciones en los últimos 5 años en la práctica docente.
Ante todo, nos encontramos inmersos en una sociedad compleja y cambiante, dos calificativos que lógicamente se relacionan con el ámbito de la educación. La educación debería encontrarse en la primera línea o, incluso, en una fase previa para poder interpretar esta complejidad y facilitar este cambio hacía una sociedad más humana. Sin embargo, este continuo cambio figura en primer lugar, dominado por la economía, y reconduce a la sociedad hacia donde desea; y por ello nos encontramos que la educación tiene que ir detrás corriendo para adaptarse a la nueva realidad.
La educación no posee la misma velocidad, su ritmo es demasiado lento frente a los avances de la sociedad. Por ello, nos encontramos que los cambios curriculares a nivel académico no avanzan de forma paralela, sino que claramente se sitúan detrás. Deberíamos pensar más desde la educación y la docencia qué sociedad deseamos y no en tener que adaptarnos a la sociedad que nos imponen.
Tenemos una serie de decretos y normativas que continuamente están apareciendo, pero el proceso burocrático es tan lento que cuando llega a la escuela, el escenario real ya se ha modificado, ya no es el mismo para el que fue pensado. Deberíamos ser un poco más ágiles en el ámbito de la educación, todo su amplio espectro; quizás poseer unas normativas básicas, acordadas por la mayoría más amplia posible de los representantes políticos, que fueran establecidas para un período amplio y no modificarse en cada ocasión de cambio de partido político en un país. Deberíamos también, confiar más en los líderes de los centros educativos permitiéndoles una mayor autonomía organizativa y curricular, aunque luego rindiesen cuentas de sus actuaciones y sus resultados. Igualmente, los docentes deberían poseer una mayor libertad, dentro del marco curricular pactado entre todos en sesiones de claustro, y poseer espacios y tiempos para el trabajo compartido en el centro educativo.
En el informe “Desafíos de la Formación Docente” (2023), realizado por FUNIBER y las universidades con que colabora, vemos que, en el ámbito profesional, muchos perciben como muy importante los desafíos de adaptación a nuevos modelos de enseñanza-aprendizaje y la necesidad de comprensión sobre el rol docente en los tiempos actuales. ¿Cómo la formación de profesorado trabaja con estas demandas?
A nivel de la formación del profesorado, considero que a pesar de vislumbrar cierto cambio de mentalidad y de acción, continúa manteniéndose una estructura curricular universitaria en la que siguen predominando las materias disciplinares por encima de las específicas o transversales. Como mínimo y por la realidad que más conozco, en España, siguen teniendo un peso muy importante las asignaturas disciplinares (p. ej. Didáctica de la lengua, Didáctica de las Matemáticas…) y falta un peso mayor en asignaturas fundamentales (Neurobiología, Tecnología, Comunicación, Diversidad…) y en asignaturas más transversales (educación para la ciudadanía, sostenibilidad, intergeneracional…). Desconozco las denominaciones clasificatorias de otros países por lo que respecta a los bloques básicos que configuran la formación docente.
Temas como el valor de la educación emocional, el autoconcepto o la autoestima de la profesión, son una serie de elementos que se encuentran en el currículum, pero en un porcentaje que roza la ridiculez, al menos a nivel español.
En las facultades de formación del profesorado continúan departamentos específicos de materias, pues tenemos Didáctica de la Lengua, Didáctica de las Matemáticas, Didáctica de las Ciencias Sociales… y este esquema hay que romperlo porque la escuela no se dedica, o no debería dedicarse a la enseñanza de la lengua o de las matemáticas, sino que debería focalizarse en el aprendizaje por parte del alumnado de cara a la vida real cotidiana, y que a través de sus experiencias y vivencias surgiese la necesidad de disponer de unos conocimientos teóricos y prácticos de las matemáticas o de la lengua. Una propuesta que como muy bien ya preconizaba Décroly en el siglo pasado que se base en aprender a partir de los dilemas y las necesidades de la vida.
Como formación del profesorado, para mí es fundamental la existencia de unas bases teóricas acompañadas de una faceta práctica que permita conocer la realidad a partir de la propia experimentación, y de una faceta reflexiva de conocerte a ti mismo y de empatizar, comprender y valorar a los demás. Nos encontramos a día de hoy en algunas aulas de Educación primaria -o básica-, y de manera más destacada en los institutos de Secundaria y Bachillerato, a docentes que no disfrutan de su profesión porqué en el fondo no poseen estas habilidades personales o profesionales que se requieren en todo maestro o profesor.
¿Qué desafíos considera más relevantes y específicos en la formación de los profesores noveles, que vivencian la transición a la carrera profesional?
Esto es fundamental. Uno de los temas que considero personalmente que sería básico en el escenario educativo se focaliza en dos coordenadas, el tiempo y el espacio.
Un estudiante que ha deseado y posee ciertas habilidades se incorpora en el grado de Formación del Profesorado de manera completa en la universidad y como poco a poco va reduciendo horas de estancia en el aula universitaria y paulatinamente ampliando su estancia en el aula de una escuela o instituto.
Una primera etapa sería a través de breves estancias de prácticas tutorizadas por parte de la escuela y de la universidad, y en el momento de obtener la titulación, acceder paulatinamente en el aula con pocas horas y poca responsabilidad junto a alguien con un notable recorrido de formación y experiencia, con un sueldo proporcional a su implicación profesional. Este avance referido a su dedicación y responsabilidad sería progresivo hasta llegar al tiempo y espacio completos. En sentido proporcional, mientras un docente novel poco a poco va entrando y sentando los fundamentos de su profesión, el docente sénior irá paulatinamente reduciendo sus horas de dedicación y responsabilidad hasta llegar a salir totalmente fuera del centro educativo.
Se trata de una manera de facilitar el cambio generacional de una manera suave y más humana, y potenciar esa transformación y actualización. Y ya que tratamos el tema de la actualización, debería formar parte de la trayectoria profesional de todo docente a tiempo completo y de forma normalizada, el aprendizaje continuo desde la vertiente teórica (cursos para conocer nuevas estrategias metodológicas…) y desde la vertiente práctica (realizar estancias en otros centros educativos para conocer otras formas de actuar, otros docentes…). Todo ello debería provocar un estímulo personal y profesional, y facilitaría una renovación constante.
Ser docente conlleva una toma de decisiones constante y un profesor novel debe forjar una potente base profesional y personal para modelar los criterios que puedan ser más adecuados y coherentes para cada escenario y situación concreta. Nuestra forma de mirar, escuchar, actuar representan un ejemplo continuo para cada uno de nuestros alumnos, y para ello debemos previamente barajar un sinfín de elementos para tener en cuenta de nuestro alumnado (diversidad de capacidades, de expectativas, de realidades familiares, de maneras de ser individuales…) y contando con nosotros mismos (formación base, variedad de estrategias didácticas, autoestima de la profesión, criterios claros…).
En la literatura, muchas veces es común analizar la eficacia docente a través de los resultados de los estudiantes. Sin embargo, otros factores pueden ser el nivel de conocimiento del profesorado sobre la asignatura o tipo de prácticas docentes. ¿Qué factores o indicadores pueden ser relacionados con la eficacia de los docentes en clase? ¿Tener un consenso sobre la evaluación del profesorado podría ayudar en la formación docente?
La evaluación del profesorado es algo básico y la autoevaluación del alumnado también lo es; sin embargo, se ha abusado demasiado, últimamente, del tema de evaluación. Las agencias de calidad siempre están buscando esta calidad en la evaluación, pero la mejor calidad emana de una buena formación y una adecuada atención (en un presupuesto estatal que proporcione a los centros educativos los recursos necesarios).
Una buena formación necesita que la persona pase por una primera etapa en que poco a poco se integra al centro, donde un mentor le acompaña y genera informes en el cual podrá entender, de manera simple, aquellos aspectos que debería mejorar. En este sentido, reitero de nuevo la importancia de la autonomía del centro, que facilite el hecho de poder seleccionar y consolidar a su equipo docente. Para poder llevar a cabo un óptimo trabajo en equipo, necesitamos estabilidad de sus integrantes, para que pueda comprender y valorar el proyecto educativo, para aprender de los demás y también sentirse seguros para ofrecer nuevas propuestas o discernir de algunas. Y en caso de que un profesional no se sienta cómodo en un centro, tiene la libertad de marcharse cordialmente y formar parte de otro equipo con el que quizás se sienta más integrado.
La evaluación continua para mi es la evaluación auténtica, la que ofrece los datos para optimizar los resultados y reconducir la situación. Sin embargo, la evaluación continua exige mucho trabajo y solo la pueden llevar a cabo aquellos que confían en sí mismos, en el equipo que forman parte y a su vez el equipo confía en ellos. Eso es evaluar, porqué para mí lo demás son montajes para demostrar a los demás que se avanza, pero que en muchas ocasiones cuando alguien- que no siempre es el evaluador más preparado y con mejor criterio- acaba analizando y devolviendo propuestas para la mejora, es demasiado tarde y quizás ya no sirven los consejos. Como decía al principio, los resultados de las evaluaciones a nivel educativo, acostumbran a llegar fuera de plazo y ya de poco sirven.
En el informe, vemos que los profesionales del área de educación creen muy necesaria la política educativa nacional para superar los desafíos de formación docente. Por ser un estudio internacional, esta realidad es muy variable según los diferentes contextos de los países. ¿Podría comentar de manera general cómo ve los esfuerzos de los gobiernos en relación a la puesta en marcha de políticas pensadas para la formación docente?
Pienso que, a pesar de los aspectos específicos de cada país, en estos momentos todos los países concuerdan en la alineación con los objetivos sostenibles propuestos por la UNESCO para el 2030 y la atención a la diversidad, aunque en la faceta teórica se reflejan claramente, pero en la realidad en las aulas no siempre es tan automático.
Considero que los gobiernos antes de publicar decretos y normativas, antes de cambiar los currículums, deberían escuchar más a los docentes que se encuentran en las aulas compartiendo con el alumnado y con las familias, ya que son ellos los que conocen y viven a diario esta realidad y son ellos los que pueden aportar esta visión de futuro en la educación de acuerdo con sus experiencias y sus conocimientos.
Por otro lado, sería importante, y a su vez valioso, esta posibilidad de reflexionar y hacer realidad este recorrido en la profesión docente, esta entrada progresiva y esta salida también paulatina, atendiendo todos los elementos que forman parte de él. ¿De qué manera?, pues nuevamente, a través de la confianza en la autonomía de los centros y sus equipos directivos, respetando unas normativas educativas que fuesen más coherentes con esta profesión.
También considero que es urgente la necesidad de una estabilización docente para configurar equipos estables, lo cual permitirá conocer e implicarse en cada centro y con cada una de las personas que lo conforman.
Y por último, pero fundamental, una mayor estabilidad y respeto a la educación, desde la capa política. En el momento de una modificación o generación de una ley, los gobiernos han de generar acuerdos de manera consensuada para asegurar esta continuidad que proporciona tranquilidad en los centros educativos; no puede ser que cada cambio político conlleve una modificación drástica en las normativas educativas existentes. Se debería mantener lo que ha sido aprobado, aunque se pudiese realizar algún ajuste si se considera muy necesario, ya que todos los cambios normativos hacen perder mucho tiempo en el sector educativo. Y esto exige un tiempo que se resta a lo que realmente hemos de trabajar sobre el quehacer docente en el aula.
En el marco del Día Mundial del Docente, FUNIBER, a través del área de Acción Social y en conjunto con el área de Formación de Profesorado, ha preparado un contenido especial para analizar los desafíos de la formación docente. Más información.