Una microbiota intestinal sana y diversa es de vital importancia para el aparato digestivo. No obstante, para muchas personas no resulta fácil dadas sus condiciones socioeconómicas
Un artículo publicado en la revista Nature de la mano de Christy A. Harrison y Douglas Taren, de la Universidad de Arizona, establece un marco para investigar cómo las desigualdades económicas y sociales afectan a la microbiota de las personas pobres en países ricos.
La microbiota consiste en una comunidad de microorganismos que vive en el aparato digestivo. Se calcula que sus individuos están formados por 1.200 especies distintas y que podrían ser tan numerosos como las células de todo el cuerpo humano. Todas estas bacterias juntas pueden llegar a pesar hasta dos kilos dentro del cuerpo y algunas investigaciones empiezan a observar la microbiota casi como un órgano más.
La función de este ecosistema es muy importante a la hora de digerir alimentos que contengan carbohidratos puesto que sin su ayuda sería imposible ingerirlos. Sin embargo, su influencia en la salud general del ser humano es mucho más asombrosa y, desde hace años, equipos de todo el mundo se están volcando en su análisis. Hoy sabemos que la microbiota parece capaz de repercutir en casi cualquier rincón de nuestro cuerpo, desde el hígado a las articulaciones pasando, incluso, por el cerebro y sus trastornos anímicos.
En este artículo se habla de todos los factores que afectan a la salud de la microbiota del organismo de una persona. El primero de ellos es la diferencia social, es decir, la posición social y el nivel de vida. La compra que realiza una persona con cierto poder adquisitivo no es la misma que realiza una persona sin recursos. Con la primera dieta, rica en fibra gracias a verduras y frutas, las bacterias “tienen una buena vida”, mientras que la comida industrial altamente procesada, pero barata, fácil de tragar y efímeramente reconfortante, destroza la biodiversidad en nuestras entrañas.
A este factor, debemos añadirle el lugar de residencia de las personas, puesto que los barrios pobres tienen más establecimientos de comida rápida y menos tiendas con alimentos frescos y saludables. La cada vez más común dieta occidental hace que dietas como la mediterránea, en España, estén perdiendo popularidad y acostumbrando a la gente a una peor nutrición, lo cual fermenta y provoca la desaparición de la microbiota.
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