El alumno en edad adulta presenta características que lo hacen diferente del alumno infantil. Mientras los niños generalmente están sometidos a procesos de aprendizaje gestionados por terceros (sean profesores, instituciones educativas o los propios padres), los adultos son los que definen y manejan su propio aprendizaje.
Esta es solamente una de las diferencias que existen entre estos dos tipos de docentes, tanto que hay estudios que optan por utilizar el término Andragogía (educación de adultos) en lugar de Pedagogía. Para trabajar mejor con los alumnos adultos, hay una serie de factores que deben considerar los educadores.
Lo primero es tener clara la necesidad que ellos tienen de saber los motivos de aprender algo y los beneficios de ello antes de disponerse a aprender, ya que dedican tiempo y energía al proceso. Son conscientes también de las consecuencias negativas de no asimilar lo que se propusieron aprender.
Después, el educador debe saber reconocer y valorar el autoconcepto que los adultos tienen sobre su rol de alumno, un alumno responsable de sus decisiones y por su propia vida. Normalmente no les gustan situaciones en las que sienten que otros imponen sus deseos; al revés, se sienten en condiciones de igualdad en relación a los compañeros y al propio facilitador.
El profesional de educación también debe valorar el gran número de experiencias ya acumuladas por los alumnos en edad adulta, tanto profesionales y académicas como vivenciales. La cantidad y calidad de tales experiencias tienen varias consecuencias en la educación de adultos.
El facilitador también debe considerar que los adultos están listos para aprender aquellas cosas que necesitan saber y hacer, con el objetivo de solucionar efectivamente las situaciones de la vida real. Normalmente están centrados en la vida, en los problemas y en las tareas diarias, y es lo que orienta su aprendizaje.
Por último, es fundamental tener en cuenta los factores de motivación de los discentes adultos, que pueden ser externos (mejor empleo, promoción, mayor salario, productividad, etc.) o internos (deseo de creciente satisfacción en el trabajo, autoestima, autoconcepto, calidad de vida, etc.). La motivación puede determinar el grado de implicación del alumno adulto en relación al aprendizaje.
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Fuentes: http://fnbr.es/1jf, http://fnbr.es/1jg, http://fnbr.es/1jo
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