La hipertensión arterial sigue siendo una amenaza silenciosa para la salud global. Según el segundo informe mundial sobre la hipertensión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2024 había 1.400 millones de personas que vivían con presión arterial elevada y solo una de cada cinco la tenía bajo control mediante tratamiento y cambios en factores de riesgo. El documento, presentado durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, advierte que en los países de alto ingresos se han logrado avances en el control de la hipertensión, sin embargo, es insuficiente. Sin medidas urgentes persistirán las muertes evitables y las pérdidas económicas en el tratamiento de consecuencias de la hipertensión para los países con menos recursos.
El desafío global de la hipertensión no controlada
La hipertensión es un factor de riesgo clave en infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares, enfermedades renales crónicas y demencia. La OMS subraya que cada hora más de mil personas fallecen por eventos cardiovasculares vinculados a la presión alta, pese a que existen soluciones de prevención y tratamiento efectivas y asequibles. Entre 2011 y 2025, el costo económico de las enfermedades cardiovasculares, incluida la hipertensión, se estimó en 2,7 billones de dólares en países de ingresos bajos y medianos, lo que representa alrededor del 2% de su producto interno bruto combinado. Estos datos evidencian una carga que trasciende lo clínico y repercute de forma directa en el desarrollo social y económico.
Brechas que impiden el control
El análisis de 195 países y territorios revela que 99 de ellos tienen tasas nacionales de control de la hipertensión inferiores al 20%. La mayoría de las personas afectadas reside en contextos con sistemas de salud debilitados. Persisten brechas en prevención, diagnóstico oportuno, tratamiento y seguimiento a largo plazo. Influyen la debilidad de políticas poblacionales frente al tabaquismo, el consumo nocivo de alcohol, la inactividad física y la ingesta de sal y grasas trans, el acceso insuficiente a dispositivos validados de medición, la falta de protocolos terapéuticos estandarizados y equipos de atención primaria capacitados, cadenas de suministro poco fiables, altos costos de medicamentos y protección financiera inadecuada para los pacientes. Además, los sistemas de información deficitarios dificultan el monitoreo y la mejora continua.
Acceso a medicamentos y atención primaria
Los fármacos antihipertensivos figuran entre las medicinas más accesibles en salud pública. Sin embargo, solo el 28% de los países de ingresos bajos dispone de forma generalizada en farmacias o centros de atención primaria de todos los medicamentos recomendados por la OMS, frente al 93% en países de ingresos altos. Según señalan los expertos, cerrar esta brecha salvaría millones de vidas y generaría ahorros sustanciales para los sistemas. Por otro lado, integrar el manejo de la hipertensión en la cobertura universal de salud y fortalecer la atención primaria resultan esenciales para ampliar el tamizaje, asegurar el inicio de tratamiento y sostener el seguimiento.

Experiencias de países que avanzan
Algunos países ya muestran progresos que pueden guiar la acción global. Bangladesh incrementó el control de la hipertensión del 15% al 56% en ciertas regiones entre 2019 y 2025 al incorporar servicios de tratamiento como parte de su paquete esencial de salud y reforzar el tamizaje y la atención de seguimiento. En Filipinas, la adopción del paquete técnico HEARTS de la OMS en servicios comunitarios fortaleció la prevención y el control a nivel local. Mientras tanto, la República de Corea implementó reformas que abaratan los medicamentos antihipertensivos y limitan los copagos, lo que favoreció una tasa nacional de control del 59% en 2022. Estos hallazgos sugieren que las políticas integrales, sostenidas por sistemas de atención primaria robustos y cadenas de suministro confiables, marcan diferencias medibles en poco tiempo.
Implicaciones para la salud pública
La OMS llama a integrar el control de la hipertensión en las reformas de cobertura universal y en los planes de atención primaria. Es prioritario garantizar medicamentos asequibles y de calidad, protocolos claros, equipos de salud formados y herramientas para el seguimiento. Además, conviene actuar sobre los factores modificables con políticas que reduzcan el consumo de tabaco y alcohol, promuevan la actividad física, disminuyan la ingesta de sal y eliminen las grasas trans de la oferta alimentaria. La presión arterial puede mejorar con intervenciones prácticas y costoefectivas, pero requiere voluntad política, inversión sostenida y compromiso de toda la comunidad sanitaria.
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