El incremento de la esperanza de vida es considerado un logro social significativo, sin embargo, vivir más tiempo no garantiza una vida saludable. Un estudio reciente publicado en la revista National Library of Medicine ha revelado una creciente brecha entre la esperanza de vida y los años vividos en condiciones saludables, lo que plantea serios desafíos en el ámbito de la gerontología y la salud pública. ¿Cómo se puede cerrar esta brecha y garantizar que los años adicionales de vida sean realmente años de calidad?
Actualmente se hace énfasis en la longevidad saludable, que se refiere a los años vividos con buena salud. Para medir esto, se utiliza la «esperanza de vida ajustada a la salud», un indicador que pondera los años de vida según el estado de salud, proporcionando una visión más completa de la calidad de vida. A pesar de los avances en la esperanza de vida, no se ha logrado un aumento proporcional en la esperanza de vida saludable, lo que genera una brecha que refleja el impacto de las enfermedades en los años vividos. Este desafío subraya la necesidad de profundizar en el estudio de la longevidad y su relación con la salud.
¿Cómo se hizo el estudio?
En el estudio titulado «Global Healthspan-Lifespan Gaps Among 183 World Health Organization Member States», se analizó la brecha entre la esperanza de vida y la esperanza de vida ajustada por salud, conocida como healthspan, en 183 países miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Resultados relevantes
Los resultados son contundentes: a nivel global, esta brecha es de 9.6 años en promedio, lo que significa que las personas pasan casi una década de sus vidas lidiando con enfermedades crónicas o discapacidades. Además, las mujeres presentan una brecha mayor que los hombres, con una diferencia promedio de 2.4 años más.
El estudio también destaca cómo esta brecha está estrechamente vinculada al aumento de enfermedades no transmisibles, como diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer, que representan una carga desproporcionada en la salud global. Estos padecimientos no solo afectan la calidad de vida, sino que también incrementan los costos de atención médica y representan un desafío para los sistemas de salud, especialmente en países con recursos limitados. Curiosamente, aunque la mortalidad general disminuye, el número de años vividos con enfermedades sigue en aumento, lo que subraya la necesidad de redirigir los esfuerzos hacia la prevención y el manejo efectivo de estas condiciones.
Un caso destacado es el de Estados Unidos, que presentó la mayor brecha entre esperanza de vida y salud, alcanzando los 12,4 años. Este fenómeno se atribuye al aumento de enfermedades no transmisibles y pone de manifiesto la necesidad de intervenciones preventivas y de promoción de la salud.
Reflexión final
La creciente brecha salud-vida es un desafío global que requiere un enfoque multidisciplinario y colaborativo. Desde la investigación hasta la práctica clínica, los profesionales de la gerontología tienen un papel crucial en la construcción de un futuro donde la longevidad no solo sea una cuestión de cantidad, sino también de calidad. Este estudio nos recuerda que vivir más años no es suficiente; debemos esforzarnos por vivirlos mejor. ¿Estamos listos para asumir este reto?
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Fuente: Global Healthspan-Lifespan Gaps Among 183 World Health Organization Member States