Educar con igualdad exige transformaciones en los profesores y en el ambiente escolar.
Camisetas azules y lazos rosas; pelotas de fútbol y princesas. Muchas veces diferencias como estas, entre niños y niñas, son el resultado de una serie de valores y modelos transmitidos por los distintos actores e instituciones que actúan en el desarrollo de la infancia.
Para romper esta polarización y transformar las habituales relaciones de género, una corriente llamada coeducación está ganando cada vez más espacio en el ambiente escolar. Se trata de una propuesta pedagógica en la cual la formación y educación se realizan en condiciones de igualdad para ambos sexos, sin límites de aprendizaje impuestos a ninguno de ellos.
Para Marina Subirats, ex directora del Instituto de la Mujer del Ministerio de Asuntos Sociales, existe una cierta invisibilidad de la mujer en las referencias escolares. Apenas el 9% del contenido de los libros se refieren a ellas y, en las historias infantiles, ocupan casi siempre un papel de “madres, abuelas y niñas encantadas que esperan un príncipe para descubrir la vida. Y, si alguna sale de ese papel y tiene un poco de poder, solo puede ser una bruja”, dice.
Por otro lado, el modelo masculino presente en la educación de los niños también no ha cambiado mucho en los últimos años, en desajuste con las últimas transformaciones sociales. “Básicamente, seguimos transmitiendo el ideal del guerrero, la emoción de la lucha, de imponerse, de competir y ganar. Juntamente, por supuesto, con los rechazos a la empatía, compasión, cuidado y ayuda a los demás, entendidos cómo actitudes femeninas y deshonrosas”, explica.
Para ella, estos valores se relacionan a un modelo antiguo del género masculino que puede llegar a relacionarse con algún tipo de violencia, incluso la de género, y argumenta que la coeducación podría ser el mejor instrumento para prevenirla.
Sin embargo, transformar los hábitos y referencias no es un proceso fácil, ya que exige el cambio de elementos en la formación inicial de los profesores, en los libros escolares y la cultura que transmiten. Y, en esta transformación, la concienciación del profesor sobre sus actos es fundamental: debe aprender a reconocer todo lo que hace sin ser consciente y que contribuye para perpetuar modelos de géneros antiguos y perjudiciales.
Para que haya una nueva perspectiva de género para las próximas generaciones, Marina defiende la incorporación de la coeducación en la escuela y la elaboración de un plan de acción, encabezado por las correspondientes autoridades educativas, que trabaje a partir de criterios homogéneos, incluyendo la formación de los profesores y aplicación de instrumentos adecuados.
Marina agrega, aún, que los profesores y la escuela no deben ser los únicos a trabajar para mejorar las relaciones de género; es preciso que los otros actores que intervienen en la niñez – como las familias, fabricantes de juguetes o medios de comunicación – comprendan su papel en la formación de las futuras generaciones.
En este contexto, educar en igualdad es, sin dudas, un reto para los docentes, que necesitan estar preparados para esta transformación. Por ello, FUNIBER anima a sus alumnos del Área de Formación de Profesorado a desarrollar procesos de evaluación de sus acciones para promocionar, de forma creciente, la igualdad entre los géneros en el aula.
Fuente: http://fnbr.es/20f; libro Educacions. 40 veus sobre educació i societat
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