En el cuidado de personas con demencia avanzada, se enfrentan constantemente desafíos emocionales y conductuales que afectan tanto a los pacientes como a sus cuidadores. Esta situación demanda urgentemente encontrar métodos efectivos que mejoren la calidad de vida de quienes la padecen. La musicoterapia emerge como una prometedora solución no farmacológica, reconocida por las directrices del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia en la Atención (NICE) del Reino Unido. Este enfoque innovador no solo busca aliviar los síntomas de la demencia, sino también enriquecer la calidad de vida de los pacientes.
La demencia avanzada y sus características
Más de la mitad de las personas diagnosticadas con demencia en el Reino Unido la presentan en un estado avanzado. Esta condición se caracteriza por comportamientos de malestar como la agresión, el deambular, y la resistencia al cuidado. Estos comportamientos, denominados «conductas de angustia», no solo son síntomas de la demencia, sino también expresiones de las necesidades insatisfechas que a menudo resultan en la institucionalización de los pacientes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha subrayado la necesidad de desarrollar herramientas clínicas y rentables para manejar estos comportamientos mediante intervenciones psicosociales. En este contexto, la musicoterapia se posiciona como una intervención clave.
¿En qué consiste la musicoterapia?
La musicoterapia, realizada por terapeutas capacitados, es una estrategia reconocida para mejorar el bienestar de personas con demencia. Este enfoque utiliza interacciones musicales personalizadas para alcanzar objetivos clínicos, como reducir la angustia y fomentar relaciones positivas entre los pacientes y sus cuidadores. Aunque los estudios muestran resultados prometedores, como la disminución de síntomas conductuales y emocionales, los efectos suelen ser temporales y varían según cómo se aplique la terapia. Sin embargo, no se han reportado efectos adversos, lo que la convierte en una opción segura.
A pesar de los avances, aún no se comprende completamente cómo la musicoterapia beneficia a esta población. Por ello, en el estudio titulado «How and why music therapy reduces distress and improves well being in advanced dementia care: a realist review» se realiza una revisión exhaustiva de la literatura existente para explorar cómo y por qué la musicoterapia reduce la angustia y mejora el bienestar de las personas con demencia avanzada en entornos institucionales.
El papel de la musicoterapia en la demencia avanzada
La musicoterapia puede reducir la angustia y mejorar el bienestar de manera inmediata, disminuyendo la agitación, la ansiedad y los síntomas depresivos. También fomenta la atención, el estado de alerta y el estado de ánimo, proporcionando una sensación de seguridad y conexión social. Además, la música puede evocar recuerdos positivos y específicos, incluso en etapas avanzadas de la enfermedad, activando redes neuronales preservadas. Las canciones significativas de la juventud del paciente (entre los 10 y 30 años) suelen ser las más impactantes, aunque también se pueden incluir actividades musicales improvisadas o grabadas. A nivel físico, se han observado mejoras en la calidad del sueño, reducción del estrés y menor necesidad de medicación psicotrópica.
Es importante ajustar las sesiones a las necesidades en concreto de cada persona, aunque también es recomendable ofrecer sesiones grupales para mejorar la comunicación entre los pacientes y cuidadores como entre los mismos pacientes. Así mismo, la participación de cuidadores y familiares en las sesiones puede fortalecer la relación con el paciente y fomentar una comprensión más profunda de sus necesidades. Esto puede cambiar la percepción del personal hacia los pacientes, promoviendo interacciones más empáticas y creativas, especialmente en momentos de angustia. Además, las familias pueden encontrar en la musicoterapia una forma de procesar su duelo y compartir momentos positivos con sus seres queridos. Aunque no hay consenso sobre la frecuencia ideal, las sesiones semanales o quincenales durante 6 a 12 semanas han mostrado ser las más efectivas.
Este enfoque no solo beneficia a los pacientes, sino que también transforma la dinámica del cuidado, promoviendo un entorno más humano y comprensivo. No obstante, se necesitan más investigaciones para comprender mejor los mecanismos neurofisiológicos involucrados. También es crucial explorar cómo adaptar estas intervenciones a diferentes culturas y contextos con recursos limitados.
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