Crononutrición en adultos mayores: cómo influye el horario de las comidas en la salud y la longevidad

Más allá de la cantidad y  tipo de alimentación, el horario de las comidas es un factor clave para el envejecimiento saludable. Un estudio reciente publicado en Communications Medicine examinó cómo evolucionan los horarios de desayuno, almuerzo y cena a lo largo de décadas en personas mayores y qué implicaciones tienen estos cambios en la morbilidad, los perfiles genéticos y el riesgo de mortalidad. Los hallazgos abren una ventana concreta para comprender la crononutrición en la tercera edad y su potencial valor como marcador clínico.

El impacto del horario de las comidas en la salud

La crononutrición estudia cómo el tiempo de ingesta se sincroniza —o desincroniza— con los ritmos circadianos. Comer más tarde, especialmente durante la tarde-noche biológica, se ha vinculado con peores perfiles cardiometabólicos, mayor adiposidad y respuestas glucémicas menos favorables. En el caso de los adultos mayores, los cambios en la salud, el sueño, la rutina diaria o el entorno pueden desplazar las horas de comida y acortar la ventana diaria de alimentación, con posibles efectos en la energía, la función metabólica y, en última instancia, la supervivencia. Según indican los autores, entender estas trayectorias permite diseñar recomendaciones más finas que contemplen no solo el contenido nutricional del plato, sino también el horario en que se ingieren los alimentos. 

¿Cómo se realizó el estudio sobre el horario de las comidas?

El trabajo analizó a 2,945 personas mayores que participaron en el cohorte de un estudio longitudinal de la Universidad de Manchester, con evaluaciones repetidas por más de 20 años. Los participantes registraron la hora de sus comidas y hábitos de sueño y respondieron cuestionarios estandarizados de salud física y psicológica. El equipo aplicó modelos mixtos longitudinales para estimar cambios asociados a la edad, un análisis de clases latentes para identificar patrones de horario (temprano vs tardío) y modelos de Cox para explorar la relación con la mortalidad. También se calcularon puntuaciones poligénicas para cronotipo vespertino y obesidad con el fin de estudiar determinantes genéticos del horario de ingesta.

Resultados relevantes

A medida que avanzó la edad, se observó un cambio gradual en los horarios de las comidas, principalmente un retraso aproximado de 8 minutos por década de vida en el horario del desayuno; la cena también se desplazó con un retraso de 4 minutos por década. El punto medio entre comidas avanzó hacia horas más tardías y la ventana de alimentación se acortó -cantidad de horas entre la primera y la última comida- lo que refleja días con menos tiempo total para comer. Aunque estos cambios parecen modestos en diez años, al considerar varias décadas se traducen en diferencias sustanciales. Por ejemplo, el retraso del desayuno puede rondar tres cuartos de hora a lo largo de la vejez.

Las asociaciones con la salud fueron claras y se concentraron en el desayuno. Los problemas de salud, incluyendo fatiga, problemas de salud oral, depresión, ansiedad y multimorbilidad, se relacionaron con desayunos más tardíos, puntos medios de ingesta retrasados y ventanas de alimentación más cortas. En general, quienes reportaron problemas de salud mostraron este perfil común de retraso en el desayuno, retraso en el punto medio y reducción de la ventana de alimentación.

Las conductas del día a día también marcaron diferencias. Dedicar más tiempo a preparar las comidas se asoció con cenas más tardías y con un punto medio entre comidas más tardío. Tener dificultades para preparar alimentos se relacionó con un desayuno más tardío y con menos cantidad de horas entre la primera y la última comida. Un peor descanso nocturno, medido con un cuestionario de calidad del sueño, se asoció con desayunos más tardíos y con ventanas de alimentación más breves. En conjunto, estos patrones sugieren que obstáculos cotidianos y sueño deficiente retrasan la hora de las comidas y concentran la ingesta en menos horas.

Un adulto mayor desayunando tarde.
En adultos mayores, retrasar el desayuno se asocia con más enfermedades y menor supervivencia, un indicio simple con gran valor clínico.

Implicaciones finales

Para la práctica clínica y la salud pública, el estudio refuerza la utilidad de vigilar no solo la calidad de la dieta, sino también la regularidad y el horario de las comidas en la tercera edad. Mantener rutinas consistentes, especialmente en el desayuno, puede ayudar a estabilizar los ritmos circadianos y servir como señal de alerta cuando se observan cambios persistentes. Además, integrar la crononutrición en el abordaje del envejecimiento —considerando sueño, capacidad para preparar alimentos y estado emocional— permite intervenciones más precisas y humanas.

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Fuente: Meal timing trajectories in older adults and their associations with morbidity, genetic profiles, and mortality