Son numerosas las discusiones acerca del diseño y de su estrecha relación con el arte. De hecho, existen argumentaciones que defienden que el diseño es arte en sí mismo. Sin embargo, otras variantes de pensamiento lo contradicen declarando el diseño como disciplina independiente del arte.
El debate pues es amplio y admite incontables opiniones. No obstante, existe una argumentación que ha predominado y que se ha impuesto por encima de otros discursos en esta materia y que se origina en el Bauhaus, escuela de arquitectura, diseño, artesanía y arte fundada en 1919 en Alemania.
Las discusiones se originaron en el seno del auge industrial y la producción en masa, en el siglo XIX cuando artistas de distintas corrientes de la época debatían acerca de la forma. Entre ellos se encontraban los liderados por William Morris, del movimiento Arts & Crafts y los “pro-industriales”, artistas que luego se alojarían en las escuelas de Bauhaus y Hochschule fur Gestaltung (HfG).
Como detalle coetáneo, en época de guerra todo tipo de ornamento era culturalmente percibido como un desperdicio. Por esta razón, algunos de los seguidores de la escuela de Bauhaus percibían este tipo de diseño como algo pecaminoso e incluso llegó a ser duramente sentenciado por renombrados arquitectos de la época como Adolf Loos.
Tras el cierre de Bauhaus en 1933 surgen nuevas vertientes de pensamiento en Estados Unidos por sus mismos integrantes donde se originará el good design mientras que en Alemania se le denomina gute form. Este concepto se basa en las formas válidas, dando especial importancia a la función y la calidad que aporta el diseño.
Ya hacia el 1955, se funda el HfG con la intención de postergar los esfuerzos emprendidos por el Bauhaus, donde se determina la perspectiva del diseño como un sistema racional que requiere de un proceso y donde cada etapa debe formar parte de una secuencia teniendo en cuenta todas las fases del diseño de principio a fin.
A partir de entonces, sus adeptos desarrollarán teorías que argumentan el diseño como un proceso científico de descomposición cartesiana haciendo uso para su representación de gráficos y ecuaciones matemáticas.
Surgirán artistas que vincularán el diseño con la lógica matemática y sistemática, aportando una visión procesal del desarrollo de diseños como proyectos con fases de trabajo. Este paradigma conduce a tener una visión del diseño como una disciplina enseñable que podría ser equivalente a una ingeniería.
A pesar de todas las discusiones acerca de este tema, aún hoy existen debates alrededor de si el diseño es o no arte. Existen teorías que sostienen que sí podría afirmar que el concepto de diseño lleva siempre una metodología detrás y que requiere de un aislamiento, el desglose de las partes para desarrollar un todo.
Ahora bien, algunos retractores de este método científico como Edgar Morin, proponen la idea de la complejidad como alternativa a esta corriente en la que interfieren variables como sistemas abiertos, el caos, el azar, entre otras variables que excluyen la sistematización inamovible y estática que defendían sus opositores.
El debate pues está servido y podría dejarnos como reflexión numerosas preguntas aún sin responder o con respuesta abierta: ¿Es el diseño un arte o formaría parte de una disciplina independiente? ¿Hay diseño sin método? ¿Es el diseño una ciencia?
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Fuente: Diseño: ¿arte o ciencia?
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