A pesar de que el sistema alimentario global produce lo suficiente para nutrir a toda la población del planeta, más de 800 millones de personas pasan hambre y más de 2.000 millones tienen acceso limitado a los alimentos.
Aunque este desequilibrio puede explicarse en parte por los fenómenos naturales, las guerras, las cadenas de suministro frágiles o la desigualdad económica, hay un factor adicional que debe ser considerado: el dominio de un reducido número de empresas en el sistema alimentario global. Estas mega empresas tienen el control de la producción y la distribución de alimentos a nivel global. Esto concierne, en gran medida, a la proliferación de alimentos ultraprocesados, a las dificultades económicas que enfrentan los agricultores y a que no se ha logrado abordar efectivamente los impactos ambientales negativos de la producción de alimentos.
Las grandes empresas detrás del dominio del sistema alimentario
Investigar sobre la concentración del mercado es crucial para comprender estas tendencias. Actualmente, se está viendo cómo un pequeño número de compañías se ha apoderado drásticamente de todo el proceso alimentario, desde las semillas y los fertilizantes, hasta la maquinaria y la distribución. La fusión y adquisición de empresas de gran envergadura ha alimentado directamente esta concentración, hasta el punto que ahora hay menos transparencia, una competencia más débil y un poder cada vez más centralizado.
Peligros de la infiltración financiera en el sector alimentario
Se debe entender que este cambio no se debe únicamente a un enfoque empresarial para maximizar ganancias, sino que se ve una infiltración expresiva de los intereses financieros en el sector alimentario global. Los fondos de pensiones, la inversión privada y las firmas de gestión de activos apuestan fuertemente a esta industria. El motivo es sencillo: toda la población necesita comer, el sector parece prometedor en cuanto a rentabilidad económica y seguridad financiera.
Sin embargo, pensadores críticos han cuestionado si será posible atender las necesidades mundiales de alimentación sin afectar el medio ambiente, ya que estos inversores buscan principalmente maximizar rendimientos económicos, brindar solidez accionista y satisfacer las demandas del mercado. Ahorrar en lugar de conservar se traduce así en la búsqueda aferrada y sistemática de fusiones y adquisiciones como una forma de eliminar la competencia, elevar el valor de las acciones y lograr un crecimiento constante y acelerado en el peculiar mundo de los negocios y las finanzas de la producción de alimentos.
Este sombrío panorama ha llevado a una concentración cada vez mayor del poder económico, dejando como resultado un mayor control ejercido por menos empresas. Sorprendentemente, un reporte demuestra que tan solo cuatro empresas controlan el 44% del mercado mundial de maquinarias agrícolas, dos compañías acaparan el 40% del mercado global de semillas y cuatro negocios usurpan un 62% del mercado de agroquímicos a nivel mundial.
El impacto de la concentración del poder corporativo
La concentración del mercado en el sistema alimentario tiene efectos perjudiciales no solo para los actores involucrados, sino también para los consumidores. La falta de competencia y transparencia conduce a precios más elevados y a un aumento de la oferta de alimentos ultraprocesados, como se evidencia en el caso de países europeos como el Reino Unido y Alemania. Además, esta concentración del poder corporativo en el sistema alimentario global tiene un impacto significativo en el cambio climático, impidiendo que las comunidades aborden los desafíos ambientales y produzcan alimentos saludables de manera sostenible.
Es esencial poner el foco en la tendencia actual de concentración del mercado como aspecto central de la reforma del sistema alimentario. La reducción del poder corporativo no solo contribuirá a abordar la problemática del cambio climático, sino también a garantizar condiciones justas para los trabajadores y erradicar el hambre, beneficiando así a toda la comunidad global.
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Fuente: The global food system is owned by an ever smaller number of companies – it’s damaging our health, our communities and the planet