Miles de japoneses salieron a las calles a protestar el pasado 10 de marzo, a víspera del segundo aniversario del desastre de Fukushima, para evitar que el gobierno continúe desarrollando proyectos de energía nuclear. Japón aún no se ha recuperado después del tsunami que devastó la zona de Fukushima y generó un desastre nuclear, que, de acuerdo a los especialistas, solo es superado por Chernóbil.
En este momento solo están operando dos de los 54 reactores nucleares que posee Japón, además de los cuatro reactores que resultaron dañados en marzo del 2011 en Fukushima. Pero para el primer ministro Shinzo Abe, es necesario reactivar las centrales nucleares que superen las evaluaciones y sean consideradas seguras. El gobierno japonés ha establecido que para mantener el crecimiento económico de ese país es necesario utilizar la energía nuclear, porque las importaciones de petróleo y gas resultan muy costosas. Las autoridades consideran que incluso es necesario autorizar la construcción de nuevas centrales nucleares.
Protesta popular
El gobierno ve en la energía nuclear la salida más fácil para responder a las demandas de energía de un país cada vez más dependiente de la tecnología -y la electricidad-. Pero los ciudadanos de Tokio recuerdan con temor las consecuencias del uso de energía nuclear y han salido a las calles a protestar para que el gobierno no continúe con los planes de desarrollar la energía nuclear en Japón.
Encuestas locales muestran que el 70% la población de Japón desea prescindir paulatinamente de la energía nuclear. El temor a la contaminación permanece latente entre la población, los medios de comunicación informan que en Fukushima todavía se encuentran reactores dañados y en condiciones precarias, por tanto la amenaza de contaminación permanece latente.
Efectos en la salud
Las autoridades sanitarias de Fukushima indican que se han realizado estudios a casi 95 mil niños en Fukushima y los resultados revelan cambios en la glándula tiroides de un 44,2% de la población estudiada. Hasta el momento tres adolescentes de la zona han sido diagnosticados por cáncer de tiroides y se estima que, debido a la exposición a la radiación, 10 niños padecen del mismo mal.
Durante la crisis nuclear en Fukushima se liberó una gran cantidad de agua radioactiva en la zona y los efectos de esa contaminación se observarán a largo plazo.
Pero la contaminación no solo afecta a los habitantes de Japón. Recientemente Daniel Madigan, investigador de la universidad de Stanford, en Estados Unidos, realizó un estudio para identificar los patrones migratorios del atún rojo, y descubrió que los pescados capturados estaban contaminados con cesio-137 y cesio-134, dos sustancias radioactivas que fueron liberadas por la planta de Fukushima el día del desastre.
El atún rojo puede permanecer muchos años cerca de las costas de Estados Unidos, pero retorna a las aguas cercanas a Japón para reproducirse.
Hoy se cumple el segundo aniversario del desastre de Fukushima, pero los efectos de la contaminación radioactiva liberada aquel 11 de marzo del 2011, acompañarán a los japoneses por algunas décadas más.