En este momento casi todos los países del mundo enfrentan dificultades económicas, la caída de precios de productos y servicios ha permitido que una enorme industria turística florezca con muy buena salud en algunas naciones, pero recortando la riqueza cultural y ecológica de dichos lugares. Por ejemplo en Barcelona, España, el tránsito de miles de turistas, cual procesión religiosa, se ha tornado un panorama común para los habitantes locales, afectando el normal desarrollo de las actividades para los residentes de esa zona.
Podría pensarse que el crecimiento de la industria turística permite un saludable desarrollo económico, pero la explosiva oferta turística ofrece ganancias para unos pocos, mientras que el entorno se modifica cada vez más para satisfacer las necesidades de los extranjeros, perdiendo el toque local.
El mercado ha crecido muy rápido y se han creado servicios con tarifas muy económicas, llegando en algunos casos hasta ofrecer desayuno, almuerzo, cena y alojamiento por solo 20 euros. Pero los servicios turísticos ofertados no buscan integrar al turista en la cultura y permitirle experimentar la riqueza de la vida local, solo se limita a transmitir una caricatura tenue de la realidad local e incluso en algunos casos se distorsiona la figura hasta mezclar las tradiciones locales con otras foráneas solo para satisfacer al turista. Es curioso observar, por ejemplo, como en Barcelona muchos turistas pasean con sombreros mejicanos sobre la cabeza.
Con el tiempo el turismo masivo en algunas zonas se transforma en un factor que distorsiona la realidad local, cuando en realidad debería procurarse que el turismo sea un mecanismo para que la población logre una mejor calidad de vida, y lograr un desarrollo sostenible desde el punto de vista social, económico, medioambiental y cultural.
Muchos antropólogos consideran que el crecimiento de la industria turística en algunas zonas puede causar rechazo por parte de los pobladores locales, pues con el paso del tiempo se ve al turista de forma similar que al inmigrante, como una persona que llega para cambiar el orden de las cosas que ya estaban establecidas en un lugar. Además cuando un lugar es muy concurrido por turistas impulsa en esa región el desarrollo de la industria de la construcción, por ejemplo en las islas Baleares, se pasó de 229 mil camas en recintos hoteleros en 1980, a casi 423 mil camas en el 2009.
La oferta sigue creciendo en forma vertiginosa, las opciones que se presentan en el mercado brindan, en muchos casos, paquetes turísticos encasillados que refuerzan los estereotipos y modifican el ambiente local con su influencia. Las empresas deberían esforzarse por desarrollar servicios turísticos que integren al visitante con la cultura local para que descubra la verdadera riqueza de la zona, permitiendo que la actividad turística se desarrolle sin destruir la cultura local y generando un desarrollo sostenible en el largo plazo.
Fuente:
revista Namaste
http://www.revistanamaste.com/turismo-de-masas-vs-turismo-responsable/