Las personas que padecen de la Esclerosis Múltiple sufren de una serie de síntomas que dificultan la movilidad y la participación en la vida familiar y social. La enfermedad puede afectar también el estado físico y aumentar, en consecuencia, las debilidades causadas por la enfermedad.
En el pasado, muchos investigadores han llegado a pensar que los ejercicios estaban contraindicados para pacientes con EM. Actualmente, el ejercicio es visto como un componente importante para controlar la enfermedad. La National Multiple Sclerosis Society, en los Estados Unidos, recomienda a los individuos con EM llevar a cabo programas individualizados de ejercicios físicos para mejorar el desempeño cardiovascular, la fuerza y el equilibrio, disminuyendo el cansancio y la depresión.
Desde el estudio de caso que se ha revelado en un artículo publicado en el diario “Physical Therapy”, dos investigadores estadunidenses acompañaron el desarrollo y los efectos de los ejercicios en un señor de 61 años de edad diagnosticado con la enfermedad cuando tenía 48. Indicado por el neurólogo, el paciente participó en un programa de 12 semanas, sin ninguna restricción en el tipo de actividad e intensidad. Se recomendó una supervisión porque el paciente presentaba problemas de equilibrio y una historia de caídas.
El fisioterapeuta consideró el formato PICO (Paciente, Intervención, Comparación y Outcome) lo más apropiado para este señor. La intervención consistió en la práctica de ejercicios, de 2-3 veces por semana, durante 30 a 60 minutos por sesión. Cada sesión incluía 5 minutos de calentamiento en una bicicleta reclinada estacionaria, 10 minutos de ejercicios de estiramiento específico y el resto del tiempo para ejercicios de fortalecimiento y equilibrio. Todos los ejercicios, los pesos y las repeticiones fueron monitorizados y registrados a lo largo de las 12 semanas.
El programa mostró mejoras en la fuerza y no llegó a producir mejoras demostrables en el equilibrio, pero no se relató ninguna caída. Después del programa, el paciente continuó a realizar actividades físicas y participar de eventos sociales y de ocio, logrando mantener su calidad de vida.
En el artículo, los dos investigadores señalaron la falta de estudios y de consenso sobre un programa uniforme para pacientes que padecen de EM. El registro principal fue realizado, en el año 2004, a través de una revisión sistemática de ensayos clínicos randomizados, realizados por Rietberg, con 164 participantes y registrados en el “Cochrane Review”. “Desde entonces, muchos de los estudios no han sido grandes ensayos clínicos randomizados. Además, una mayor comprensión de los efectos del ejercicio sobre la progresión de la enfermedad podría orientar aún más el desarrollo de las intervenciones de ejercicios para promover la mejora de la función y mejorar la calidad de vida de esta población” señala el artículo.
Fuente: http://ptjournal.apta.org/content/93/6/723
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