La obesidad es un problema de salud pública que se ha extendido a todas las franjas de edad, ya no es solo un problema de niños y adultos jóvenes habituados a la comida chatarra, sino también un problema que afecta a los adultos mayores de 60 años. Desafortunadamente entre este segmento de la población no hay información confiable que permita a los ancianos adoptar una estrategia efectiva para reducir el peso de forma sostenida en el largo plazo. Un equipo de investigadores, liderados por el Dr. Whitman de la Universidad de Dundee, en el Reino Unido, realizaron una revisión de ensayos para determinar cuáles fueron las estrategias más efectivas para lograr una reducción de peso estable en el largo plazo entre adultos mayores de 60 años.
Para este análisis de datos se seleccionaron estudios orientados a bajar de peso, en los que al menos una parte de los participantes era mayor de 60 años con un índice de masa corporal (IMC) de al menos 30kg/m2, además para ser incluídos los trabajos debían tener por lo menos un año de seguimiento. Las intervenciones podían ser basadas en dietas o ejercicios físicos o una mezcla de ambas, y se podía realizar comparaciones con otro tipo de intervenciones o con pacientes que recibieron placebo.
Se establecieron como unidades de evolución el nivel de reducción de peso alcanzado durante el tratamiento y los niveles de lipoproteínas y triglicéridos en la sangre. De igual forma se tomaron en consideración la aparición de episodios cardiovasculares, la hipertensión, la capacidad de marcha o la calidad de vida en relación con el estado de salud. Se logró reunir información de 1954 participantes a partir de nueve ensayos seleccionados y se identificó que las intervenciones en las que se aplican dietas, ejercicio o una combinación de ambas, logran una reducción de peso a los 12 meses, pero la reducción de peso no parece tener efecto sobre los valores de colesterol o triglicéridos, además se identificó que para este estudio en particular, los datos recopilados sobre mejora cardiovascular, capacidad de marcha o calidad de vida resultan insuficientes.
El Dr. Gordon L. Jensen de la Universidad Estatal de Pensilvania, asegura que si bien las dietas y ejercicios son recomendables para poblaciones jóvenes, en grupos de ancianos las cosas no están muy claras, e incluso hay personas que se oponen a los programas de pérdida de peso, algunos estudios indican que el sobrepeso y hasta una obesidad leve aparecen vinculados con una menor mortalidad. Se puede buscar reducir el peso de los pacientes, pero sin afectar su masa magra o su densidad mineral ósea.
Jensen considera que los resultados obtenidos por Whitman no se pueden generalizar, y recomienda mantener un tratamiento personalizado, considerando las características fìsicas de cada paciente. Desde su punto de vista el experto considera que es más recomendable realizar una reducción moderada de peso para mejorar la función metabólica y en general, todo el organismo del paciente y considerar que entre los ancianos con comorbilidad, es importante priorizar la fuerza muscular y la flexibilidad, antes que la reducción de peso.