La vitamina D es una vitamina liposolube necesaria para la absorción y aprovechamiento de calcio,  y por ende influye directamente en la formación de huesos, dientes y cartílagos.  Tiene dos formas: la vitamina D2 , que se encuentra en muy pocos alimentos; y la D3, elaborada por la piel cuando se expone al sol. Ambas modalidades se convierten en la forma activa- que es la que el organismo puede aprovechar- en el hígado y los riñones.


Cuando las concentraciones de calcio en la sangre son bajas, la paratiroides, glándula ubicada en el cuello, libera su hormona –parathormona- la cual estimula a los riñones para que conviertan la vitamina D a su forma activa, y la presencia de esta vitamina en el organismo estimula al intestino para que absorba más calcio y fósforo.
El déficit de vitamina D causa reblandecimiento de huesos; osteomalacia en los adultos y raquitismo en los niños. La osteomalacia implica dolor en las piernas, las costillas, las caderas y los músculos; huesos quebradizos y dificultar para hacer ciertos movimientos o adoptar algunas posturas. El raquitismo incluye deformidad ósea, arqueamiento de las pierna y curvatura anormal de la columna vertebral.
Todas las vitaminas están presentes en cantidades diminutas, en la mayoría de nuestros alimentos y es de éstos en gran parte, de donde obtenemos las vitaminas que requerimos. Sin embargo, existen unas pocas vitaminas que obtenemos por otros medios; así, la flora intestinal produce vitamina K y biotina, mientras que una forma de vitamina D es producida por la piel con ayuda de los rayos solares.

La vitamina D se encuentra en fuentes naturales como el Salmón y sardinas, en aceites de hígado de pescado, huevos de gallinas que han sido alimentadas con vitamina D , lácteos enriquecidos y alimentos fortificados.