Bichuas en flickr
Autor: Bichuas en flickr cc

En la cultura occidental, por cientos de años, hemos apostado por el bienestar material para alcanzar cierto grado de comodidad y, de alguna forma, acercarnos a la felicidad. Desafortunadamente el concepto de felicidad ha sido entendido -erróneamente- como la creación de un entorno que nos garantice cierta seguridad en el largo plazo, un entorno en el que nuestros deseos sean satisfechos sin importar cómo llegan esos bienes o servicios a nuestras manos; tampoco se piensa en el impacto social o ecológico que tiene la fabricación o desecho de un objeto. Pero no me entienda mal, este proceso ha sido inconsciente y poco a poco la tendencia está cambiando, pero el sistema de fabricación industrial nos ha llevado a un punto en el que no nos preguntamos por el origen o impacto de nuestras acciones cotidianas, esto resulta muy gráfico cuando un maestro bromea indicando que sus niños «piensan que la leche se fabrica como una gaseosa (soda)». Parece un problema difícil de resolver, pero en realidad solo hace falta introducir «un cambio de punto de vista» o filosofía para iniciar el cambio.

El concepto de felicidad que ha predominado en la sociedad occidental nos ha llevado hasta un punto en el que el sistema se derrumba a pedazos, y los humanos que forman parte de esta sociedad también se sienten destrozados. La sociedad de consumo nos ofrece cientos de opciones para una sola necesidad, mientras que la socióloga Renata Salecl asegura que la abundancia de opciones genera ansiedad en el individuo.

En nuestra sociedad el stress se ha transformado en una epidemia y ya casi es considerado «normal». Por otro lado, el deseo descontrolado por bienes materiales se traslada incluso a campos como la alimentación, y resulta evidente el problema cuando la OMS califica una enfermedad como la obesidad como una pandemia no infecciosa. Nuestra sociedad está enferma y no sabemos dónde «comprar» la cura.

Volver a las raíces

En el camino de discusiones sobre cómo «combatir» los efectos del calentamiento global entraron en la discusión los nativos, miembros de culturas milenarias que se han mantenido al margen del «progreso» tal como lo entendemos en occidente. Desafortunadamente el mundo occidental no entendió la cosmovisión de los nativos y les dió la espalda, para seguir en su carrera hacia el desarrollo sin importar que el planeta se destruya en el camino.

Carlos Viteri, investigador ecuatoriano revela que la cosmovisión de los nativos de la selva ecuatoriana comparten una filosofía de vida que es muy próxima a ciertas filosofías desarrolladas en la cultura oriental. En estas dos culturas el concepto de armonía prima sobre la comodidad o abundancia material. Viteri indica que «el buen vivir» consiste en lograr una «vida armónica», de la misma forma que ciertas culturas orientales plantean el desarrollo del hombre en armonía con su entorno y en un constante esfuerzo por no dañar a los seres con los que se guarda directa relación, por tanto se desarrolla una conciencia más amplia del impacto de cada una de las acciones realizadas, y el impacto de cada acción en el entorno o «karma».

Viteri asegura que en la sociedad indígena «no existe el concepto de desarrollo. Es decir, no existe la concepción de un proceso lineal de la vida que establezca un estado anterior o posterior, a saber, de sub-desarrollo y desarrollo; dicotomía por la que deben transitar las personas para la consecución de una vida deseable, como ocurre en el mundo occidental. Tampoco existen conceptos de riqueza y pobreza determinados por la acumulación o carencia de bienes materiales», y añade: «Por este motivo resulta inapropiado y altamente peligroso aplicar en las sociedades indígenas, el paradigma desarrollo tal y como es concebido en el mundo occidental».

Los nativos procuran vivir de una forma que les permita proteger el medio ambiente en el que se desarrollan para conservar los recursos que servirán a las generaciones venideras. Viteri explica que los métodos de siembra y el uso del suelo se establecen «en función del mantenimiento y la protección de la biodiversidad agrícola y del bosque, propiciando una permanente recreación de dichos lugares, evitando sobre-explotación de recursos y deterioro o contaminación ambiental».

No se tiene en la cultura indígena un concepto de «pobreza», para los nativos la carencia surge cuando se pierde conexión con el entorno y no se comprende el funcionamiento de los ciclos naturales que les permiten lograr una abundante producción agrícola, pero aún en esos casos Viteri afirma que «la solidaridad y la reciprocidad que caracteriza la economía y la cultura de la sociedad indígena resulta la mejor respuesta» a cualquier situación en la que se pudiera presentar la escasez.

Pero la filosofía que apunta al «buen vivir» de los indígenas poco a poco está desapareciendo. Al insertarse en la carretera del «desarrollo» los indígenas «deben dejar de insistir en sus tradiciones no rentables, renunciar a sus bases locales de subsistencia y olvidarse de sus capacidades de gestión autónoma, para pasar a ser fuerza de trabajo, permitir el libre acceso a las actividades extractivas del subsuelo y de la biodiversidad y pasar a depender del Estado para que le resuelvan sus necesidades….» indica Viteri.

Tanto la cultura indígena como algunas culturas orientales proponen la felicidad del hombre no por la acumulación de bienes, sino por el desarrollo interno del individuo y el reconocimiento de una conexión con la naturaleza, el planeta y el universo, todo como una unidad. Queda como tarea pendiente investigar la forma en que estas filosofías, o parte de las mismas, podrían integrarse en el sistema educativo para que las próximas generaciones reparen lo que esta generación ha destruido.

El cambio en el concepto de felicidad en la sociedad general cambiaría la orientación de consumo de los individuos, influyendo por tanto en el tipo de productos que se demandarán de las empresas.

La crítica oficial

La visión indígena es juzgada en muchos casos por políticos y empresarios porque no se ajusta al modelo actual, y es entonces que surgen declaraciones como las vertidas por el -entonces- presidente de la república del Perú, Alan García, quien afirmó que los nativos «no son ciudadanos de primera clase» y por tanto no tienen nada valioso que decir a la sociedad occidental. Las declaraciones de García se dieron  en medio de un conflicto social en el que murieron policías y nativos .

El ex-presidente García asegura que es necesario «derrotar las ideas absurdas panteístas» y considera que esas ideas son una enorme traba para la actividad minera.

Hoy las comunidades nativas son amenazadas en muchas partes del mundo porque las empresas petroleras y mineras las perciben como un estorbo para el desarrollo de sus actividades. Es así que continúa la destrucción una cultura que pertenece a una minoría, pero cuya filosofía podría ayudarnos a salvar lo que nos queda del planeta.

Alan García considera que la solución al conflicto entre comunidades nativas y las industrias extractivas se podría resolver con más educación. Pero, de cara a un mundo en crisis nos llega la pregunta ¿Qué tipo de educación es la que necesitamos para lograr recuperar el equilibrio con nuestro planeta, considerando que ambos puntos de vista parecen ser opuestos?

«Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: La paz». Albert Einstein (1879-1955)

Fuentes:

Pandemia de obesidad

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Pandemia/obesidad/elpepusoc/20100925elpepisoc_2/Tes

¿Cómo puede afectar su estado de salud la productividad de la empresa?

http://blogs.funiber.org/direccion-empresarial-rsc/2011/09/12/%C2%BFcomo-puede-afectar-su-estado-de-salud-la-productividad-de-la-empresa/

Capitalismo y la ansiedad generada por el exceso de opciones

http://comment.rsablogs.org.uk/2011/06/16/rsa-animate-choice-2/comment-page-1/#comment-3095

Ecuador: Concepto de desarrollo según la cosmovisión indígena, por Carlos Viteri Gualinga

http://servindi.org/actualidad/1015