(Boletín Funiber 05 – 2009) Unos 400 aborígenes, entre ellos el presidente boliviano Evo Morales, y observadores de 80 naciones han participado el pasado mes de abril en la Cumbre Mundial de los Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático en Anchorage, estado de Alaska. En el encuentro, auspiciado por la ONU, se discutieron aplicaciones del conocimiento tradicional nativo para mitigar el fenómeno del cambio climático y desarrollar estrategias para adaptarse a él.
Para citar otros ejemplos, encontramos que en Filipinas, la población autóctona traza mapas de las aguas de sus tierras y desarrolla un plan de manejo integrado. Sin ir muy lejos, en Honduras, territorio en constante amenaza de huracanes , los aborígenes practican un método agrícola para sembrar bajo árboles, lo que permite que las raíces se aferren mejor la suelo.
Como vemos los pueblos originarios tienen una gran capacidad de adaptación, sin embargo esto no garantiza su supervivencia ante la cuestión climática, pues este fenómeno amenaza sus formas de vida tradicionales.
A pesar de los conocimientos y prácticas que poseen para sortear las dificultades que establece un entorno poco favorable, los pueblos indígenas no tienen ningún rol formal en las conversaciones climáticas. Sería deseable que los aborígenes tengan un papel destacado en estos asuntos, sobre todo porque son ellos los que menos han contribuído al cambio climático, y a pesar de ello cargan con la peor parte de su impacto.