El cuidado del Ambiente y el intento de alcanzar un Desarrollo Sostenible se han instalado como principios necesarios y fundamentales. Los diferentes impactos ambientales que el planeta está experimentando llaman la atención ya no sólo de los técnicos y científicos, sino que han pasado a ser una preocupación generalizada en la sociedad. Las proyecciones que se realizan sobre el impacto futuro de la actividad del hombre sobre el medio, estiman que éste se cuadruplicará en los próximos 50 años si se sostiene el ritmo de crecimiento poblacional y económico mundial actual.
En las últimas décadas se ha producido un fenómeno particular, ha aumentado el consumo de productos de manera exponencial en gran parte del mundo. Este incremento del consumo implica obviamente un aumento de la producción y consecuentemente, un aumento del impacto ocasionado al ambiente.
El fenómeno consumista, no se ha visto compensado con un incremento en el conocimiento o el nivel de conciencia sobre el impacto que estos productos generan al ser fabricados, utilizados y al ser transformados en residuos. En la actualidad, los principales daños al ambiente están sin duda relacionados al incremento en la capacidad de consumo y a la sobreexplotación de recursos necesaria para producir estos productos. Un mayor consumo de productos implica: mayor actividad extractiva de recursos, mayores procesos de producción, mayor consumo de recursos (energía principalmente) para el funcionamiento de esos productos y mayor generación de residuos.
Pero no todos los productos ni todos los medios de producción tienen el mismo impacto. Los efectos dependen de una serie de variables entre las que podemos destacar: la selección de los materiales (y formas de obtención), los procesos de producción (tecnologías a utilizar) el diseño de los productos, y la eficiencia (aprovechamiento de los recursos en su fabricación y utilización).
Nos encontramos entonces ante un gran desafío: lograr construir un nuevo paradigma de crecimiento, que deberá estar fundado en la creación de riqueza y competitividad sobre la base de productos más ecológicos. Para esto debemos lograr que los productos del futuro consuman menos recursos, tengan menos efectos y riesgos para el medio ambiente y eviten o minimicen la generación de residuos desde que se conciben.
Ante este nuevo escenario, resulta interesante ver el papel protagónico que ocupan las nuevas tecnológicas, las empresas deben aportar soluciones inéditas e innovadoras para los nuevos problemas. Pero también será indispensable lograr un cambio cultural radical, es necesario que la sociedad madure, que exija y reclame productos ecológicos, pero que después opte por estos. El consumidor puede generar grades repercusiones. Cuando un individuo decide adquirir un producto en envase retornable, está eligiendo por una opción menos contaminante; también cuando elige productos con pocos o mínimos envoltorios; o cuando elige comprar un producto en paquete grande en lugar de muchos chiquitos.
Son numerosas las prácticas que los individuos pueden adoptar a sus hábitos de vida para contribuir a la disminución del impacto ambiental. Pero está claro que para que estas elecciones predominen, es necesario alcanzar cierto nivel de conciencia en la población, para lo que resulta fundamental la promoción de la educación ambiental.
Los productos serán más eclógicos cuando exista una demanda real de éstos. La pieza que conecta ambas cuestiones es “la información”. Una sociedad más formada e informada será una sociedad más responsable. Sin lugar a dudas, de la preocupación de los consumidores se desprenderán las nuevas exigencias para los responsables del diseño y fabricación de los productos del futuro.