Hace algún tiempo, un emprendedor, socio de una empresa de servicios de desarrollo de software, me consultó: ¿conviene separarme de mis socios si ellos no siguen trabajando en la compañía?
Las siguientes reflexiones aplican para todas las firmas de servicios profesionales, aunque particularmente son reflexiones hechas con la industria de desarrollo de software en mente. La realidad es que muchos emprendedores comienzan asociándose a otros y para ello, dividen “acciones” comunes en una empresa. Tienen intereses o conocimientos complementarios y piensan que juntos pueden crecer más y mejor. Esto es saludable, pero conviene saber que una sociedad basada solamente en estas habilidades complementarias tiene casi siempre duración limitada. En unos años, si uno de los socios desea seguir otro camino, la sociedad probablemente enfrentará la disolución, lo cual no es ni bueno ni malo: simplemente, es importante saberlo de antemano con el objetivo de evitar frustraciones.
Para no crear la ilusión de riqueza, podríamos decir: mis acciones en la empresa valen mientras trabaje allí, y no me servirán para vivir de dividendos a futuro (ni para vender mi parte).
En las empresas de servicios profesionales, ser socio tiene valor:
a) Si los socios siguen prestando servicios, es decir, creando valor día a día.
b) Si hay un activo que se dejó a la sociedad y que tiene valor más allá de la participación del socio.
Algunos ejemplos del punto (b) que sirven para planificar un retiro, sin constituirse en causa de una disolución, son:
- Una marca reconocida (por ejemplo, Accenture)
- Un método patentado
- Un producto estable (en este caso, la empresa deja de ser una empresa de servicios profesionales y pasa a ser una empresa de productos)
- Contratos de larga duración
- Algunos activos de validez “legal” (por ejemplo, los antecedentes en firmas que trabajan para el Estado)
De no hacer ninguna de estas cosas, se llega tarde o temprano al punto en que quien decide dejar de prestar servicios pasa a ser visto como el “pasivo”, y no como el socio. Y el socio que presta servicios termina sintiendo que no tiene por qué afrontar ese pasivo, que si al final los clientes lo contratan a él y no al socio pasivo, le conviene no dividir «ganancias» y buscar nuevos rumbos por su cuenta, o con nuevos socios que sí aporten.
¿Qué otras situaciones pueden limitar la disolución de la sociedad?
- Si el socio activo necesita soporte emocional, porque estando solo tiende a tener vaivenes (esto no puede durar mucho tiempo);
- Si los socios “pasivos” siguen realizando algunas tareas que, por mínimas que sean, son insoportables para los que siguen prestando servicios;
- Si hay límites personales que acotan el margen de acción (ejemplo: mi socio es mi cuñado y si dejo de ser socio es probable que deje de ser casado).
Dicho todo esto, al comenzar un emprendimiento de servicios profesionales, es necesario considerar que más adelante en el tiempo llegará un momento en el que tendremos que elegir: desarrollar activos durables o afrontar la disolución, cuando uno de los socios decida abrirse. Y, frente a ello, es saludable no sentirse capitalista por tener una participación en una empresa. en la que dicha participación vale si y sólo si sigo trabajando en ella.