Una investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences revela que, aunque se ha ralentizado el avance de la obesidad juvenil, en los segmentos de familias más pobres la tendencia continúa en aumento. Esta situación obedece a la realidad de países ricos, donde el costo de los alimentos preparados y la comida rápida es menor que el costo de frutas y verduras.
Carl Frederick, especialista de la Universidad de Harvard, quien estuvo a cargo del estudio, indicó que en Estados Unidos «las alternativas saludables son más difíciles de encontrar en zonas con pocos recursos». El especialista indica que en las zonas donde habitan familias de escasos recursos económicos abundan los restaurantes de comida rápida y establecimientos que comercializan alimentos con alto contenido de grasas, sal y azúcar.
Los especialistas explican que en los barrios desfavorecidos se incrementa el sedentarismo de los niños porque no hay suficientes parques cuentan con menos facilidades recreativas.
Los hijos de padres con estudios superiores tienden a comer menos snacks, porque sus padres tienen mejor acceso a información sobre los hábitos de vida saludables.
Los expertos consideran que los niños de 16 años con sobrepeso tienen un 80% de probabilidades de ser obesos al llegar a la adultez. La obesidad juvenil incrementa el riesgo de que las personas padezcan síndrome metabólico, hipertensión, dislipemia, diabetes tipo 2 y otros males.
Frederick manifiesta que es importante que se diseñen intervenciones que resulten efectivas, tomando en cuenta las diferentes poblaciones a las que se debe atender y sus comportamientos. Se hace necesario por esta razón, que se desarrollen estrategias a nivel general, pero que además se desarrollen líneas específicas para atender las particularidades de cada ciudad, distrito y comunidad.