La depresión y la ansiedad podrían ser consecuencia de una irritación del sistema digestivo durante los primeros días de vida. Esta es la conclusión a la que llegó un equipo de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos tras realizar un experimento con ratones. Los descubrimientos aportan indicios que indican que los transtornos psicológicos en humanos podrían ser causados por transtornos gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable.
Pankaj Pasricha, investigador responsable del estudio, indica que “la irritación gástrica durante los primeros días de vida podría reajustar el cerebro a un estado deprimido en forma permanente” y el impacto de la irritación dependería de la etapa de desarrollo en la que se produzca. Los investigadores confirmaron que las vísceras u órganos internos son muy vulnerables durante la etapa inicial del desarrollo.
Se calcula que entre el 15 y 20% de la población sufre de dispepsia funcional, una enfermedad que se caracteriza porque los pacientes aseguran tener un dolor persistente o recurrente en la parte alta del abdomen. De acuerdo a los investigadores, estos pacientes son más propensas a padecer de ansiedad y depresión. Hasta ahora se pensaba que las hormonas del estrés liberadas durante estados de ansiedad eran los causantes de las alteraciones digestivas, sin embargo se ha comprobado que hay una relación inversa, y cambios en el intestino pueden originar cambios en el cerebro.
El equipo de Pasricha asegura que “Los intestinos y el cerebro están interrelacionados a través del nervio vago, que va del cerebro a los órganos internos del cuerpo. Además, los intestinos tienen su propio sistema nervioso que es relativamente independiente. Por ello, la comunicación entre los intestinos y el cerebro adulto es elaborada y bidireccional, y los cambios en los intestinos envían señales directamente al cerebro”
Para investigar sobre los efectos de largo plazo de la irritación del estómago se realizó un experimento en el que se indujo una irritación leve de estómago durante seis días a un grupo de ratones de 10 días de edad. Tras la experiencia se determinó que la lesión puede generar hipersensibilidad y anomalías funcionales que se mantienen a largo plazo, incluso después de que se logró curar la lesión inicial. Pasricha indica que la irritación en el estómago a una edad temprana podría conducir posteriormente a los animales a padecer de ansiedad y depresión.
Los ratones que fueron sometidos al ensayo y desarrollaron la irritación gástrica eran más propensos que los ratones de control a mostrar conductas depresivas y ansiedad. Se observó entre los ratones enfermos una menor actividad física y preferencia por permanecer en zonas oscuras. También se identificó que los ratones afectados por ansiedad y depresión liberaban una mayor cantidad de hormonas de estrés como corticosterona y corticotrofina después de aplicar una inyección salina; además, en reposo, mostraban mayores niveles de corticosterona y del factor de liberación de corticotrofina, o CRF, aún cuando se aplicaba una sustancia que bloqueaba la sensación de sus intestinos, lo que indica que los ratones no estaban reaccionando al dolor en curso.
Los investigadores consideran que existe una señalización a lo largo del intestino que influye en el cerebro y altera su funcionamiento en forma permanente. Ahora los médicos procuran investigar cómo se produce la señalización para desarrollar tratamientos para contrarrestar la depresión y ansiedad en humanos.