Los países desarrollados están preocupados porque se vaticina para las próximas décadas un significativo incremento de la incidencia de enfermedades crónicas de salud o algún grado de discapacidad que conllevaría a diagnosticar discapacidad laboral a muchos trabajadores dependientes. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) la discapacidad es “Toda restricción o ausencia de la capacidad para realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para todo ser humano independientemente de su sexo, nacionalidad, condición socio-económica, etc…”.
Señala también que “es una condición que se considera como resultado de un deterioro: físico o mental que afecta directamente alguna función del cuerpo humano. Dicho deterioro responde a factores externos como enfermedades crónicas que producen secuelas de invalidez en las personas, además de los accidentes de tráfico o laborales”.
Los problemas de salud mental constituyen cinco de las diez principales causas de discapacidad en todo el mundo, lo que supone casi un tercio del total de la discapacidad mundial. Los trastornos con mayor peso son la depresión, el abuso de sustancias, la esquizofrenia y la demencia.
La OMS reconoce la necesidad imperiosa de pasar a la acción con el fin de reducir la carga que representan los trastornos mentales en todo el mundo y de mejorar la capacidad de los Estados Miembros para hacer frente a un problema que se agrava día a día. En ausencia de acciones estratégicas y sistemáticas, estarán en peligro la vida y la salud de millones de personas, así como el desarrollo económico y social de los países en todo el mundo.
Pero las enfermedades mentales son solo parte del problema. Un estudio desarrollado en Holanda con la finalidad de identificar los factores a monitorear para identificar los males que con mayor frecuencia pueden originar discapacidad laboral, llegando a la conclusión que es necesario brindar especial atención a aquellos pacientes que pudieran sufir de artritis, cardiopatías o asma.
Para llegar a estas conclusiones se analizaron 43 estudios que sumaban casi 16 mil participantes. Para lograr un adecuado pronóstico de la incapacidad laboral, se evaluó si el paciente tenía una sensación de mal estado de salud, su actividad física se veía reducida por el malestar, dificultad para desarrollar tareas manuales pesadas y se observó a las pacientes de género femenino para evaluar la aparición de enfermedades propias de las mujeres.
Se identificó que la edad es un factor relevante a analizar para descartar la discapacidad por artritis reumatoidea y cardiopatía isquémica. Otro factor a analizar para identificar una posible discapacidad, es el número de veces que se generan inasistencias atribuidas a la enfermedad.
El documento plantea la necesidad de implementar intervenciones específicas en el ámbito de la medicina laboral para brindar una atención especial a personal con enfermedades crónicas. La propuesta implica una nueva cultura, una percepción de que la baja laboral puede ser un instrumento clínico terapéutico, cuya función clave sea contribuir a la mejor recuperación de la salud. La enfermedad supone la incapacidad para llevar a cabo la actividad ordinaria de la vida.
El Sistema de Seguridad Social en varios países registra y avala con legalidad la relación enfermedad y baja por incapacidad, con un certificado que firma el médico y que promueve unas prestaciones sociales de atención sanitaria y subvención económica hasta la rehabilitación del trabajador enfermo.
Se ha registrado casos en los que también hay abuso prolongado del descanso médico, por eso la obtención de la discapacidad es una gran dificultad que además se encuentra en los procesos judiciales a los cuales acude el enfermo cuando la Seguridad Social no lo avala.