Los programas para establecer relaciones positivas entre padres ehijos son sistemas de apoyo a los progenitores y a las familias, en unesfuerzo por promover el desarrollo de relaciones «positivas» entre lospadres y sus hijos, cuando los menores tienen entre 2 y 16 años. Secree que este tipo de programas puede resultar útil para prevenirproblemas de comportamiento en los niños pequeños y para aliviarproblemas de salud mental, en especial entre las madres. Por esta razónun equipo de investigadores desarrolló un estudio para medir el nivelde efectividad de tales programas cuando se realizan para asistir aniños de entre seis y veinticuatro meses de vida.

Participaron en el estudio 733 madres de niños que tenían entre 6 y 7 meses de edad, las cuales acudían a consultas de rutina. A los participantes se les separó en dos grupos, se reunió a 404 familias como grupo de control, a quienes se les brindó atención habitual en centros primarios, por otro lado, 329 familias se sometieron a asistencia profesional como parte de un programa que tuvo como base la asesoría de una instructora, sesiones en las que se les proporcionó videos, material impreso y el desarrollo de juegos de rol.El objetivo de las intervenciones fue lograr afrontar los riesgos clave en las relaciones de padres e hijos: la severidad en el trato por parte de los padres, excesivas expectativas por parte de los progenitores, así como el insuficiente compromiso en la crianza de los niños.

El programa se desarrolló con sesiones de asesoría a los 8, 12 y 15 meses de edad de los infantes. Durante la primera sesión se proporcionó material relacionado al desarrollo infantil y las maneras de fomentar la adquisición del lenguaje, en la segunda sesión se impartían indicaciones para establecer una relación más estrecha y cordial con el niño que aún no camina, así como instrucciones para lograr desarrollar en el infante conductas deseables, ya en la tercera sesión se analizaban las conductas no deseables. Cada sesión se realizaba a cargo de una enfermera entrenada y una asistente.

Para determinar los resultados de la experiencia, se solicitó a las madres proporcionar información acerca del comportamiento de sus hijos, según una lista validada de 99 puntos en los que se asignaba determinada calificación de acuerdo a las respuestas proporcionadas. Se tomó en cuenta también el estilo con el que se ejercía la paternidad o maternidad, el temperamento del infante, el estado de salud mental de la madre y la identificación de síntomas que pudieran indicar estados depresivos en la madre. Todos los parámetros considerados fueron medidos a los 18 y a los 24 meses de edad del niño. Aunque vale resaltar que solo el 49% de las familias completó las tres sesiones.

En cuanto al comportamiento infantil, los niños de grupo tratado alcanzaron una media de 12,1 puntos a los 18 meses,al tomar en cuenta el nivel de filiación con los padres, mientras que los niños del grupo de control alcanzaron 11,9 puntos, obteniéndose una diferencia media ajustada de 0,16 puntos. A los 24 meses entre los niños tratados se alcanzaba una media de 11,9 puntos, contra 12,9 puntos en el grupo de los no tratados; tampoco se registraron diferencias significativas a los 18 ni a los 24 meses en cuanto al compromiso de los padres con la crianza de los infantes o respecto a la salud mental de la madre. En estos resultados se pudo observar, que las intervenciones no lograron influir sobre el comportamiento de los niños a los 18 y 24 meses de edad, así como tampoco se logró mejorar la salud mental de las madres.

Por parte de los padres, se observó menor severidad y una disminución de expectativas irracionales entre los padres que participaron del programa de asesoría.

Los interesados en el estudio pueden enviar correspondencia a la Dra. H. Hiscock, Centre for Community Child Health, Royal Children´s Hospital, Parkville, VIC 3052, Australia