beluga-whale-by-mike-jhontsonLa caza indiscriminada de ballenas es un asunto pendiente en la agenda de los grupos defensores de la vida marina. A nivel mundial, los ambientalistas defienden a los cetáceos argumentando que los métodos utilizados para matar a estos animales son crueles. A pesar que la caza comercial de ballenas ha sido prohibida desde la década del 80, los grupos activistas afirman que desde esa fecha han muerto cerca de 20 mil cetáceos.

En Noruega, 140 organizaciones se juntaron para presentar el documento “Aguas Turbias”, en el que se critica a naciones como Noruega, Japón e Islandia, países en los que aún se practica la caza de estos animales bajo pretexto de investigaciones científicas. El informe “Aguas Turbias” afirma que sólo este año, más de mil ballenas morirán. Sin embargo, no sólo la caza indiscriminada se presenta con una amenaza mortal para los animales marinos. Los sonidos que emiten los sonares de uso militar son letales para las ballenas y los mamíferos marinos; ya que estos dependen del sentido de la audición para realizar sus funciones básicas, como son la orientación y la comunicación.

Los sistemas de sonar producen ondas de sonido que recorren el océano, y funcionan enviando pulsos de sonido de entre 220 a 325 decibeles; de acuerdo a estimaciones militares, las ondas después de un recorrido de 300 millas conservan una intensidad de 140 decibeles, un nivel de intensidad que se considera segura para estos animales. Sin embargo, resultados de algunas investigaciones en oceanografía han demostrado que los infrasonidos pueden viajar grandes distancias en el océano, debido a que los  “fondos marinos, que reflejan el sonido, actúan como una especie de guía o canal para las ondas”

Un documento del Centro de Conservación de Cetáceos de Chile (www.ccc-chile.cl) destaca que el uso de sonares militares y fusiles de aire comprimido para exploraciones petroleras producen varamientos masivos de ballenas y delfines, pero la magnitud de los efectos de estas fuentes de ruido no pueden ser estudiadas porque algunos cetáceos «mueren en el océano sin que sus cuerpos puedan ser registrados y analizados». Se destaca además que «El sonido de alta intensidad y baja frecuencia puede dejar sorda a  una ballena, puede provocar desgarros en su tejido pulmonar, puede  interrumpir  el  apareamiento, la alimentación y el canto, y puede causar daños  a largo plazo en la recuperación de especies en peligro y en vías de extinción».

Se sabe que un gran número de ballenas han varado tras prácticas militares utilizando sistemas de sonar. Por citar solo algunos ejemplos, en octubre de 1997 por lo menos nueve ballenas vararon en el mar jónico después de algunas actividades militares; en setiembre del 2002, dieciocho ballenas de diferentes especies vararon en las islas canarias  tras una práctica militar contra submarinos; en mayo del 2003, 11 marsopas quedaron varadas en las playas del estrecho de Haro, en el estado de Washington, mientras el USS Shoup realizaba pruebas con su sistema de sonar de frecuencia media; en enero del 2005, 34 ballenas vararon en las playas de Outer Banks, en Carolina del Norte mientras la Marina realizaban entrenamientos con equipos de sonar.

A la caza indiscriminada y a la contaminación acústica, se le unen diversas amenazas para éstas especies; por ejemplo entre ellas se encuentran el cambio climático, la sobrepesca, el debilitamiento de la capa de ozono, incluso la pesca industrial significa un peligro ya que resta disponibilidad de alimento de los cetáceos e incrementa el riesgo de poder engancharse en las redes de pesca.

Todas estas amenazas han provocado que las ballenas azules del Antártico se reduzcan a menos del 1% de su población original, y que la ballena gris del Pacífico occidental se encuentre al borde de la extinción con sólo 100 ejemplares.

A pesar de estos datos alarmantes, un número cada vez mayor de países de la Comisión Ballenera Internacional votan a favor de la reanudación de la caza comercial de cetáceos. Actualmente, sólo se permite la caza con fines de investigación científica, pero todos los años son cazadas alrededor de 1400 ballenas bajo la apariencia de haber sido capturadas por temas científicos y terminan siendo alimento en supermercados.