(Boletín Funiber 07 – 2009) La OMS ha señalado que los alimentos transgénicos representan riesgos potenciales para la salud y el desarrollo; por esta razón, antes de permitir su comercialización se deben someter a evaluación de inocuidad y estudios medio ambientales con el fin de prevenir daños en el ser humano y en el ecosistema. Sin embargo, a sabiendas de lo recomendado por la Organización de la Salud, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (ESFA) ha juzgado que el maíz transgénico Monsanto 810, cuyo cultivo está prohibido en seis países europeos, no presenta riesgos ni para la salud ni para el entorno natural. Sin embargo, en abril de este año, Ilse Aigner, ministra alemana de Alimentación, Agricultura y Protección del Consumidor, dijo a los medios: «Hemos llegado a la conclusión de que existen razones legítimas para aceptar que el maíz modificado genéticamente MON810, constituye un peligro para el medio ambiente».
Para Juan Felipe Carrasco, ingeniero agrónomo español, responsable de la Campaña de Transgénicos de Greenpeace, los transgénicos tienen una serie de daños para el medio ambiente, para la economía , los derechos humanos , para la seguridad alimentaria y para la salud.
Juan Felipe asegura que después de diez años de presencia de las multinacionales que producen los transgénicos en Europa la situación se ha convertido en un potente lobby. El especialista indica que hay una fuerte presión sobre los políticos europeos: » de toda la Unión Europea sólo España ha optado por el cultivo a gran escala de Monsanto 810. En España hay 80 mil hectáreas de un maíz que en todo el resto de Europa no se ha cultivado. En algunos casos como Francia, Hungría, Grecia o Austria ya existe una prohibición expresa contra ese maíz».
En el informe de la OMS «Biodiversidad moderna de los alimentos, salud y desarrollo humano: estudio basado en evidencias» se considera que el uso de productos transgénicos puede significar riesgos potenciales para la salud ya que los genes utilizados en los OGM (organismos genéticamente modificados) no se encontraban anteriormente en la cadena alimenticia y se teme que la introducción de genes nuevos cause cambios no necesariamente positivos.
Además, en este informe de la OMS reconoce que los genes modificados de los alimentos transgénicos poseen una persistencia de efectos imprevisibles: «se ha demostrado que la ingesta de ADN de los alimentos no se degrada por completo durante la digestión y que pueden hallarse pequeños fragmentos de ADN provenientes de alimentos genéticamente modificados en diferentes áreas del tracto gastrointestinal».
Si bien muchos especialistas consideran que el alimento transgénico ofrece múltiples beneficios para la humanidad, la mayoría de las organizaciones ecologistas del mundo cuestionan su eficacia y le atribuyen a los transgénicos múltiples riesgos para la salud como resistencia a los antibióticos, recombinación de virus y bacterias dando origen a nuevas enfermedades, mayor nivel de residuos tóxicos en los alimentos, generación de alergias, peligros para el medio ambiente, así como efectos desconocidos y no previsibles e incluso mortales. Al hacer una modificación genética existe un nivel de incertidumbre y falta de seguridad porque las técnicas utilizadas no son precisas. El nivel de imprecisión no permite controlar la ubicación del nuevo gen en la cadena cromosómica pudiendo quedar fuera o dentro del núcleo, recombinándose con imprevisibles consecuencias.
Para Juan Felipe Carrasco una solución frente a los alimentos transgénicos es aprender a consumir productos ecológicos «la agricultura ecológica no tiene transgénicos, por que la ley lo prohíbe. Aún así son un poco más caros, pero contribuyes con tu salud». Para el ingeniero agrónomo consumir ecológico es una manera de revitalizar la agricultura rural «la agricultura de unos campesinos que defienden el campo y un mundo sin transgénicos».