¡Hago un llamado urgente a la verdadera sociedad! La verdadera sociedad debe recordarles a los educadores cuáles son los sentimientos que deben inculcársele al niño para que este, en su papel de ciudadano perteneciente a una sociedad, pueda pertenecer a ella en un marco de comprensión, armonía e igualdad. “De no estar la sociedad siempre y ojo avizor para obligar la acción pedagógica a desarrollarse en un sentido social, esta se pondría necesariamente al servicio de creencias particulares y la gran alma de la patria se dividiría y se reduciría a una multitud incoherente de pequeñas almas fragmentarias en conflicto las unas con las otras”. (Durkheim 1989:61)
La verdadera educación se da en la sociedad y en la escuela que reconoce al hombre como constructor de sus estructuras conceptuales, se da en una sociedad de escuelas portadoras e impulsadoras de la creatividad, donde el aprendizaje se transforma en una relación de intercambio conceptual en la que el docente y alumno aprenden del otro. La educación debe hacer que renazcan los seres humanos como individuos y debe ser más que una condición cuantitativa de adquirir información y datos. Lo que importa ahora es comprender lo que subyace actualmente en el acontecer mundial, comprender lo que nos rodea.
Despertar la creatividad es también un objetivo fundamental dentro del papel de la educación. Cuando se enseña para comprender, se despierta la curiosidad de conocer y la crítica se hace perceptible en la mente de los niños. De aquí que se generen los juicios más autónomos y que la posibilidad de crear se haga presente. Cuando se enseña de esta manera, lo que se aprende tiende a asociarse entre sí eliminando el conocimiento lineal sin pautas para el replanteamiento. Pero el estado (en todos los países), junto con sus políticas económicas y de trabajo, también debe estar en conexión con un aprendizaje de innovación, acogiendo a los individuos en su seno y no mirando su valor utilitario de conocimiento técnico sino la capacidad del individuo de poner en práctica sus conocimientos, su valor y su calidad como ser enteramente social dentro de una comunidad. La educación no debe estar inerme ante los problemas que acontecen en un mundo donde cada uno de sus gobiernos, en su individualismo ultranza y arribismo anacrónico, coartan las posibilidades de tolerancia y comprensión, de igualdad y de respeto mutuo.
Son estas las verdaderas condiciones de aprendizaje las que generan seres humanos en su totalidad: seres conscientes de su humanidad y de su capacidad de generar destino junto con las demás individuos, y seres conscientes de que la diversidad cultural y la capacidad de creación de cada uno de ellos no culmina en determinada edad, sino que se extiende y nos invade durante toda nuestra existencia.