Microgestión y autonomía aplicada a la gestión de proyectos

En la gestión de proyectos, el dilema entre microgestión y autonomía es constante. Un control excesivo puede sofocar la creatividad y desmotivar al equipo, mientras que una autonomía sin estructura puede generar desorden e incumplimiento de objetivos. Sin embargo, ambos enfoques tienen su lugar cuando se aplican con criterio equilibrado. La clave está en identificar cuándo y cómo usarlos para mejorar la eficiencia y la moral del equipo.

El lado oculto de la microgestión

La microgestión tiene mala reputación porque, cuando se lleva al extremo, limita la autonomía y desmotiva a los empleados. Un líder que revisa cada detalle del trabajo de su equipo genera frustración y afecta la confianza de los colaboradores.

Por ejemplo, en un proyecto de desarrollo de software, un gerente que inspecciona cada línea de código puede retrasar el progreso, ya que los desarrolladores dedicarán más tiempo justificando su trabajo que avanzando en el proyecto. Además, según un estudio de Gallup, los empleados que sienten que no se les confía su trabajo tienen tres veces más probabilidades de buscar nuevas oportunidades laborales.

No obstante, cuando se aplica correctamente, la microgestión puede ser una herramienta útil para garantizar la consistencia en procesos, monitorear el rendimiento y brindar apoyo a empleados menos experimentados. Si se usa de manera estratégica, puede ayudar a desarrollar habilidades y fomentar la disciplina antes de otorgar mayor autonomía.

Autonomía sin límites: ¿cuándo se convierte en un riesgo?

Otorgar autonomía total sin una estructura clara puede ser tan problemático como la microgestión extrema. La falta de dirección puede generar desorganización y malentendidos en los objetivos del proyecto.

En un equipo de desarrollo de productos, si un gerente simplemente indica «necesitamos una solución innovadora» sin especificar restricciones técnicas, necesidades del mercado o recursos disponibles, el equipo podría invertir tiempo y esfuerzo en un concepto que no es viable o no cumple con los objetivos comerciales.

Microgestión y autonomía - Toma de dos mujeres diseñadoras trabajando con un portátil mientras eligen materiales en una tableta digital en una oficina moderna.
La microgestión y la autonomía no son opuestos irreconciliables, sino herramientas que deben ajustarse a las necesidades del proyecto y del equipo.

La autonomía debe ser ganada y no otorgada de inmediato. Para determinar cuándo es el momento adecuado para dar más independencia, se pueden evaluar tres aspectos clave:

  • Comunicación: Un colaborador debe demostrar que mantiene informados a los miembros del equipo y cumple con los plazos.
  • Nivel de habilidad: La autonomía debe aplicarse a áreas donde la persona ya domina las tareas y limitarse en aquellas en las que aún necesita desarrollo.
  • Experiencia: No solo cuenta el tiempo en el cargo, sino la participación en proyectos previos que respalden su capacidad de tomar decisiones efectivas.

Estrategias para encontrar el equilibrio

Para gestionar equipos con eficacia, es fundamental saber cuándo intervenir y cuándo dar espacio. Algunas estrategias clave incluyen:

  • Definir expectativas claras: Establecer objetivos específicos y medibles ayuda a que el equipo tenga un rumbo definido. Por ejemplo, en lugar de decir «mejorar el rendimiento del sitio web», un objetivo claro sería «reducir los tiempos de carga en un 30% en dos meses».
  • Fomentar la comunicación estratégica: Las reuniones breves y frecuentes, como las metodologías ágiles de Scrum, permiten mantener el control sin necesidad de supervisión constante.
  • Delegar con criterio: Asignar tareas según las fortalezas de cada miembro del equipo y confiar en sus capacidades. Por ejemplo, en un rebranding, un diseñador experimentado puede liderar la parte creativa, mientras el gerente supervisa los hitos clave de la empresa.
  • Brindar retroalimentación constructiva: En lugar de imponer cambios, los líderes pueden hacer preguntas y sugerencias que guíen al equipo hacia mejores decisiones.

Conclusión

La microgestión y la autonomía no son opuestos irreconciliables, sino herramientas que deben ajustarse a las necesidades del proyecto y del equipo. Un liderazgo flexible, basado en la evaluación de habilidades y comunicación efectiva, garantiza mejores resultados y un ambiente de trabajo más saludable. La clave del éxito en la gestión de proyectos radica en encontrar el punto de equilibrio adecuado para potenciar el talento y la productividad del equipo.

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Fuentes: 

Microgestión vs. Autonomía: Encontrando el Balance Perfecto

Microgestión versus autonomía: ¿dónde trazar el límite?