La recuperación muscular después de sesiones con alto componente excéntrico, cuando el músculo se alarga mientras se hace fuerza, sigue siendo un reto clínico y de rendimiento. Una revisión publicada en Sports Medicine analiza la evidencia disponible sobre cuatro estresores ambientales aplicados como terapias de recuperación tras daño muscular inducido por el ejercicio: frío, calor, alternancia frío‑calor e hipoxia. El trabajo evalúa su impacto en cinco marcadores clave: función muscular, rango articular, dolor, edema y biomarcadores sanguíneos, y ofrece recomendaciones prácticas sobre dosis, frecuencia y momento de aplicación.
El impacto de las terapias ambientales en la recuperación muscular
El frío produce vasoconstricción y reduce la actividad metabólica, con potencial para mitigar el dolor y el edema, aunque sus efectos sobre la inflamación sistémica y la función son inconsistentes cuando no se dosifica bien. El calor, por el contrario, favorece la vasodilatación, mejora el aporte de oxígeno y nutrientes y activa proteínas de choque térmico implicadas en la reparación, lo que se traduce en mejores resultados funcionales cuando se alcanza un «umbral» térmico suficiente. La alternancia de frío y calor busca aprovechar la respuesta vasomotora para movilizar fluidos y reducir la tumefacción. Finalmente, los protocolos de hipoxia local mediante oclusión intermitente del flujo sanguíneo pueden modular la inflamación y acelerar la recuperación funcional si se individualiza la presión.
¿Cómo se realizó la revisión?
Se revisaron estudios de alta calidad publicados hasta marzo de 2025 que probaron estas terapias antes o después de causar daño muscular con ejercicios excéntricos. Solo incluyeron los estudios que midieron al menos un indicador de función (por ejemplo, fuerza o rango de movimiento) y uno de inflamación (como dolor, hinchazón o análisis de sangre) y que siguieron a las personas al menos 48 horas. La calidad de los estudios se evaluó con la escala PEDro y se siguieron pautas básicas de PRISMA para hacer la revisión de forma ordenada. La mayoría de participantes eran hombres y hubo pocas mujeres, lo que es una limitación importante.
Resultados relevantes
La termoterapia se posiciona como la intervención con resultados más consistentes sobre la función. La inmersión en agua caliente destaca cuando alcanza una dosis adecuada: temperaturas entre 41 y 44 °C durante 40 a 45 minutos en una o varias sesiones consecutivas logran mejoras en rendimiento y en determinados biomarcadores. Las aplicaciones superficiales de calor pueden ser útiles si se aplican de inmediato tras el ejercicio, mientras que las técnicas profundas muestran eficacia modesta cuando la intensidad y el momento son óptimos.
Las intervenciones con frío requieren matices. La crioterapia de cuerpo o tronco parcial puede aliviar dolor y edema e incluso beneficiar el rendimiento si se aplica pronto. En inmersión en agua fría, la temperatura importa: los baños moderados, alrededor de 11–15 °C, tienden a ofrecer mejores resultados para recuperar, que con temperaturas más extremas, que pueden enfriar en exceso los tejidos y prolongar la vasoconstricción sin añadir beneficios. El frío local es razonable para reducir el dolor, pero su efecto sobre hinchazón, biomarcadores y función es limitado.
La terapia de contraste, alternar inmersiones frías y calientes, resulta prometedora para disminuir el edema y aporta beneficios parciales en dolor y rendimiento. Protocolos con ciclos breves, temperaturas moderadas y varias sesiones en los días posteriores parecen más eficaces que exposiciones muy cortas.
En la hipoxia, los protocolos de oclusión intermitente individualizados alcanzando presiones altas y seguras, cercanas al 80 % de oclusión, muestran mejoras en el rendimiento y, según el momento de aplicación, reducciones del dolor o de biomarcadores. La hipoxia sistémica intermitente es aún incipiente, con resultados preliminares alentadores que requieren confirmación.

Implicaciones finales
Estos hallazgos sugieren que la clave está en individualizar la dosis y el momento. En la práctica, la inmersión en agua caliente bien dosificada puede priorizarse para restaurar la función tras esfuerzos excéntricos; la inmersión en agua fría moderada es útil en ventanas muy concretas y con objetivos claros, especialmente para el dolor; la terapia de contraste puede elegirse cuando el edema sea el problema dominante; y la hipoxia local mediante oclusión intermitente, aplicada con presiones adecuadas y de forma personalizada, puede complementar la estrategia. Por otro lado, se necesitan más ensayos en mujeres y en contextos deportivos reales, así como explorar combinaciones secuenciales entre calor, frío e hipoxia para sinergias superiores.
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