Muchas discusiones se han entablado en torno a los transgénicos a nivel mundial.  La pregunta de fondo siempre será ¿cómo afectan los alimentos transgénicos a los humanos?; además, si los cultivos transgénicos son utilizados para alimentar ganado u otros animales quedan algunas dudas acerca de la seguridad del consumo de carne de dichos animales. El Dr. Rubens Onofre, PhD en genética , y profesor de postgrado en recursos genéticos vegetales en la Universidad de Santa Catarina en Brasil, presentó en el 2009 el informe   “Calidad de los análisis de riesgo e inseguridad de los transgénicos para la salud ambiental y humana”, documento del cual extraemos un resumen para detallar solo los riesgos para la salud humana.

Aún no se han publicado estudios de largo plazo que garanticen que los productos transgénicos no causan daño a la salud humana, y tampoco se han realizado estudios rigurosos para determinar si existen posibles riesgos toxicológicos, sin embargo algunos países ya utilizan alimentos transgénicos. De acuerdo a Rubens, los estudios presentados por los impulsores de los transgénicos son, en general, de “calidad muy baja y por eso, difícilmente serían publicados en revistas de prestigio”.  Entre las falencias que se detectan habitualmente están el bajo número de repeticiones y la corta duración de los ensayos.

La ausencia de estudios de largo plazo se hace extraña en la actualidad, considerando que los científicos trabajan con organismos genéticamente modificados (OGM) hace a varias décadas, y de acuerdo a lo que revela Rubens, en 1975 los investigadores se reunieron en California para discutir estrategias para  “la contención física y biológica de las moléculas y vectores o los mismos organismos intervenidos”. Una medida de precaución que no se mantiene en nuestros días por la presión comercial.

De acuerdo al investigador, una segunda reunión realizada en el año 2000 tuvo mayor énfasis en criterios comerciales y poco interés en cubrir temas relacionados a la salud. De acuerdo a Rubens, las empresas productoras de semillas transgénicas ingresaron a la bolsa de valores para captar capital y esta estrategia  “obliga a una empresa a presentar siempre resultados positivos. Como esto no siempre es posible, no se descarta la posibilidad de conflictos de interés en el desarrollo de investigaciones o productos.”

La amenaza oculta
La estrategia aplicada por la industria dedicada al desarrollo de transgénicos, fue similar a la que utilizaron las empresas financieras durante la última crisis global. Simplemente se logró disfrazar una actividad que implica alto riesgo, con un nombre que elimine la percepción de amenaza. Fue así que el término utilizado en los 70 y 80 orientado al manejo de “biorriesgos” fue reemplazado por estrategias para obtener “productos bioseguros”.

A pesar de ser una industria con muchos años en actividad, se ha procurado evadir los estudios de largo plazo. Esta estrategia se ha concretado al establecer el criterio de equivalencia substancial en vez de realizar la evaluación de riesgos. Bajo el criterio de equivalencia substancial,  si un OGM posee una composición de  proteínas, carbohidratos, grasas, ceniza, aminoácidos, etc.. similar a los que presenta su contraparte que no ha sido modificada genéticamente, entonces el producto transgénico puede ser considerado seguro. Además, si se encuentran valores discrepantes, se utilizan valores similares de otras variedades de la misma especie para asegurar que el OGM es seguro.

Rubens asegura que es necesario someter a los OGM a estudios de largo plazo, porque desde el punto de vista científico “ el transgene insertado en una planta contiene elementos bastante distintos de los encontrados en la planta original” y puede desencadenar efectos no previstos y colaterales. Por esto se requeriría establecer análisis toxicológicos en humanos, animales y medir el impacto en organismos no blanco.

Se hace necesario evaluar “la estabilidad genética, alteraciones genómicas, toxicidad y alergenicidad, productos de la expresión génica, digestibilidad y metabolismo, biodisponibilidad de nutrientes y micronutrientes, toxicidad aguda y crónica, formulación y ensayo de alimentos para animales, posibles impactos a organismos no blanco, necesidad de información para el consumidor, entre otros”, indica el investigador. La falta de estudios solo refuerza la incertidumbre y debería llevar a la aplicación del principio precautorio.

Estados Unidos, Brasil, Argentina y Canadá son algunos de los países que no han adoptado el principio precautorio, y asumen que los transgénicos no ofrecen riesgos para la salud humana.

Riesgos para la salud
Rubens asegura que a la mayoría de plantas transgénicas se les ha insertado genes de resistencia a antibióticos, y diversos estudios confirman que procesos como la recombinación o la transferencia horizontal pueden trasladar esos genes a bacterias patógenas en humanos, de modo que la diseminación de transgénicos disminuiría la posibilidad de controlar enfermedades.

Debido a la falta de estudios la Brithish Medical Association ha sugerido la prohibición de los genes de resistencia a antibióticos, la moratoria de plantaciones comerciales  y establecer mejores mecanismos de vigilancia sanitaria.

No existen estudios en humanos, pero ya se han presentado accidentes en los que maíz BT Starlink fue liberado para consumo animal, pero un grupo de personas “manifestaron reacciones alérgicas probablemente causadas por el consumo de derivados de ese maíz”. Este tipo de maíz posee el gen Cry9C, cuya toxina puede causar reacciones alérgicas en el hombre.

De acuerdo al informe de Rubens, el investigador Arpad Pusztai “ constató que las ratas alimentadas con papas transgénicas presentaban cerebros, hígados y testículos menos desarrollados que el grupo de ratas control. Además, el estudio revelo una proliferación e hiperirritabilidad del sistema inmunológico de la mucosa del estómago de ratas alimentadas con papas transgénicas”.

Hay efectos indirectos asociados al uso de soya transgénica, como el incremento en el uso de herbicidas y el aumento de residuos de glifosato por encima de las 10ppm. Rubens indica que estos contaminantes están asociados al desarrollo de cáncer, disturbios reproductivos en mamíferos, efecto desregulador del sistema endocrino o disrupción endocrina.

No se puede afirmar que solo con la prohibición de la comercialización para consumo humano se pueda evitar el impacto sobre la salud de los consumidores. En Perú y México no ha sido autorizada la siembra de plantas transgénicas, y sin embargo han aparecido cultivos en los que se filtran plantas transgénicas.

– Documento completo:
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-46342009000100015&lng=es&nrm=iso&tlng=es