Una investigación realizada por la Universidad de Leeds ha demostrado que existe una ligera relación entre una buena nutrición recibida a los tres años de edad y la puntuación obtenida en pruebas de destreza posteriores. Los resultados no son concluyentes, pero los investigadores recomiendan precaución e indican que «en la población de niños británicos contemporáneos, una dieta pobre, asociada con una gran ingesta de comidas procesadas, grasas y azúcar en la infancia temprana podría estar asociada con un menor cociente intelectual a la edad de 8,5 años».
Para realizar el estudio los investigadores analizaron los datos de unos 4 mil niños en el Reino Unido. Los padres colaboraron con el estudio rellenando formularios en los que indicaban las comidas y bebidas que les proporcionaban a sus hijos. En los documentos detallaban las cantidades de cada producto que fueron consumidas por los niños entre los tres y los ocho años y medio, edad en la que los menores son sometidos a la prueba de inteligencia de Weschler, para evaluar destrezas verbales y manuales.

A partir de los datos recopilados, los científicos pudieron separar el universo a estudiar en tres grupos claramente diferenciados.  El primer grupo consumió una dieta de alimentos “procesados” caracterizada por alto contenido de grasas y azúcares. Un segundo grupo fue clasificado como dieta “tradicional” por mantener una alimentación rica en carnes y vegetales. Un tercer grupo seguía una dieta “preocupada por la salud” en la que predominaban las comidas en base a ensaladas, pasta y arroz.

Tras analizar los datos de las dietas y la prueba de inteligencia se identificó que existía una asociación entre la dieta de alimentos “procesados” y bajas puntuaciones en la evaluación, mientras que aquellos que seguían una dieta “preocupada por la salud” obtuvieron mejores resultados. Sin embargo, no se puede afirmar que los resultados sean concluyentes, porque cuando se toman en cuenta los factores ambientales y sociales la estadística dejaba de ser significativa.

Con todo,  los investigadores consideran que este análisis otorga una evidencia “modesta” sobre los efectos de la nutrición en la inteligencia. Jesús Argente, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, manifiesta que hay que tomar estos resultados “con pinzas”. Argente publicó el año pasado un experimento con ratas en el que se pudo determinar que «Las ratas que se habían sometido desde época neonatal a dietas altas en grasa presentaban claramente una alteración neuronal».

Con información de http://www.intramed.net