Los resultados de una investigación realizada en 300 niños con obesidad severa en Gran Bretaña, los cuales fueron clasificados por supuestos abusos de sobrealimentación por parte de sus padres, revelaron  que el problema  surgiría por un defecto genético que provoca que coman compulsivamente.
El estudio analizó todo el genoma de cada participante para buscar un tipo de mutación en el ADN conocida como variante de número de copias o CNV. Las CNV son grandes trozos de ADN consideradas importantes por los científicos ya que  juegan un papel muy importante en las enfermedades genéticas. Al comparar el perfil del ADN de los niños obesos con el de niños de peso normal, los investigadores encontraron que en el grupo de obesos ciertas partes del genoma se habían perdido.»Descubrimos que parte del cromosoma 16 puede ser eliminado en algunas familias y que la gente con esta supresión muestra obesidad severa desde una edad temprana» sostuvo el doctor Sadaf Farooqi, quien dirigió el estudio en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. «Nuestros resultados sugieren que un gen particular del cromosoma 16 llamado SH2B1 juega un papel clave en la regulación del peso corporal y también en el manejo de los niveles de azúcar en la sangre», agregó.

Las CNV fueron vinculadas a otros trastornos como el autismo o dificultades de aprendizaje, pero tal como señalan los investigadores es la primera vez que se les relaciona a enfermedades metabólicas como la obesidad. Sin embargo, otros expertos subrayan  que aunque las causas de la obesidad podrían tener raíces genéticas no se deben olvidar distintos factores de riesgo muy importantes como la dieta y la falta de ejercicio.
Hábitos peligrosos
Lamentablemente la mayoría de la dieta de niños y adolescentes se caracteriza por un consumo elevado de derivados lácteos (yogures, quesos y postres lácteos), abuso de la carne (a diario), consumo elevado de papas fritas y snacks, así como de  pasta y panes especiales (de molde, bollos de leche, etc.), galletas, mantequilla o similares y gaseosas o refrescos azucarados; dejando de lado el consumo de legumbres, frutas y hortalizas.  El desarrollo de estos hábitos de consumo conlleva a  la obesidad infantil y este problema se ha incrementado en la última década, incluso los pediatras ya la definen como la epidemia del siglo XXI.
La obesidad se produce en un entorno en donde la libre disponibilidad de alimentos, los cambios en los hábitos alimentarios, el sedentarismo o los factores psicológicos y sociales tienen una importancia fundamental. Los niños clínicamente obesos, presentan mayor  riesgo de padecer enfermedades crónico degenerativas como: Diabetes Mellitus tipo 2, hipertensión, enfermedad vascular cerebral y ciertos tipos de cáncer a futuro, así mismo genera incapacidad con grandes repercusiones socioeconómicas para las naciones. Además, los niños afectados pueden presentar la enfermedad hepática llamada «Esteatohepatitis no alcohólica», que afecta al hígado y lo vuelve graso y por tanto cirrótico.
De otro lado, los niños obesos  sufren física y psicológicamente su exceso de peso. El entorno social presiona a los chicos al establecer patrones cada vez más competitivos en los que los niños deben responder a ciertos patrones estéticos en los que se les imponen ciertas medidas o contextura corporal. La OMS calcula que en hay más de 22 millones de niños menores de cinco años obesos o con sobrepeso en el mundo.