No hay mejor forma de darse cuenta de los logros que hemos alcanzado en determinadas iniciativas, que observando los cambios que hemos logrado en nuestra sociedad desde que éramos unos niños. En la última reunión Rio +20 este ejercicio lo realizó Severn Cullis-Suzuki, bióloga, ecóloga y activista ambiental. Ella sorprendió a las autoridades del mundo entero al dar un impactante discurso en la reunión Rio-92, con apenas 12 años de edad. Hoy, 20 años después, regresa a Río para participar en el evento TedXRio+20, paralelo a la reunión Rio+20, para dar una triste conclusión respecto al avance logrado en el cuidado del planeta: «¿Qué pasó a lo largo de estos años? Nada. No estamos ni cerca de la sociedad que necesitamos”, indicó la especialista.

Discurso de Severn a los 12 años

Severn es madre de dos niños, Ganhlaans de 2 años y Tiisaan de 5 meses, para ella es vital que se incorpore a las nuevas generaciones en la discusión sobre el futuro del planeta, pues son ellas las que heredarán el legado que dejarán las generaciones que tienen el poder en este momento “Yo no puedo permitirme perder la esperanza, pues tengo dos hijos y haré todo para que ellos tengan un futuro mejor. Tenemos que establecer una conexión entre los sistemas políticos y económicos con nuestros hijos”. La activista propone: «La sociedad y el gobierno debe cambiar para ayudarnos a tener una vida más sostenible. Hoy en día es difícil. Nuestro sistema está orientado a actos totalmente insostenibles».

Hace 20 años se firmaron acuerdos no vinculantes, que marcaban el camino para lograr un desarrollo sostenible, sobre todo aportando medidas que podrían adoptar los países más desarrollados, sin embargo esos acuerdos quedaron prácticamente en el olvido. Esta semana, veinte años después se intentará hacer un esfuerzo para lograr retomar los acuerdos aunque, si se desea lograr resultados palpables se tendrán que redoblar los esfuerzos. Han pasado dos décadas desde que 152 países se comprometieron en adoptar medidas para cuidar de la biodiversidad del planeta, establecer medidas para el uso sostenible de los recursos y reducir la reforestación. Pero de acuerdo a un informe publicado  por la ONG World Wildlife Fund (WWF), se ha identificado que la salud de los ecosistemas se ha reducido en 30 por ciento y la riqueza natural se pierde a un ritmo similar que en los últimos 40 años; además, la humanidad ha duplicado la demanda de recursos naturales entre 1961 y 2007 como consecuencia del incremento de consumo urbano.

Durante la reunión de Rio de 1992 se firmó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, documento que planteaba reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. El documento sirvió como plataforma para lograr algunos avances antes del Protocolo de Kioto, pero debe tenerse en cuenta que el protocolo entró en vigor en el 2005, y que Estados Unidos, el país que más contaminación emite, no firmó dicho protocolo.

La Cumbre Rio+20 reunirá a más de 50 mil participantes durante 10 días. Se espera que se logren acuerdos que permitan cambiar progresivamente el impacto del hombre sobre el planeta.

Para los interesados, reproducimos el discurso completo tomado de Wikipedia:
Hola, soy Severn Suzuki y represento a ECO (Environmental Children’s Organization). Somos un grupo de niños de 12 y 13 años de Canadá intentando lograr un cambio: Vanessa Suttie, Morgan Geisler, Michelle Quigg y yo. Recaudamos nosotros mismos el dinero para venir aquí, a cinco mil millas, para decirles a ustedes, adultos, que deben cambiar su forma de actuar. Al venir aquí hoy, no tengo segundas intenciones. Lucho por mi futuro.
Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones por venir. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos del mundo cuyos llantos siguen sin oírse. Estoy aquí para hablar por los incontables animales que mueren en este planeta porque no les queda ningún lugar adonde ir. No podemos soportar no ser oídos.
Tengo miedo de tomar el sol debido a los agujeros en la capa de ozono. Tengo miedo de respirar el aire porque no sé qué sustancias químicas hay en él. Solía ir a pescar en Vancouver, mi hogar, con mi padre, hasta que hace unos años encontramos un pez con cáncer. Y ahora oímos que los animales y las plantas se extinguen cada día, y desaparecen para siempre.
Durante mi vida, he soñado con ver las grandes manadas de animales salvajes y las junglas y bosques repletos de pájaros y mariposas, pero ahora me pregunto si existirán siquiera para que mis hijos los vean.
¿Tuvieron que preguntarse ustedes estas cosas cuando tenían mi edad?
Todo esto ocurre ante nuestros ojos, y seguimos actuando como si tuviéramos todo el tiempo que quisiéramos y todas las soluciones. Soy sólo una niña y no tengo soluciones, pero quiero que se den cuenta: ustedes tampoco las tienen.
No saben cómo arreglar los agujeros en nuestra capa de ozono. No saben cómo devolver los salmones a aguas no contaminadas. No saben cómo resucitar un animal extinto. Y no pueden recuperar los bosques que antes crecían donde ahora hay desiertos.
Si no saben cómo arreglarlo, por favor, dejen de estropearlo.
Aquí, ustedes son seguramente delegados de gobiernos, gente de negocios, organizadores, reporteros o políticos, pero en realidad son madres y padres, hermanas y hermanos, tías y tíos, y todos ustedes son hijos.
Aún soy sólo una niña, y sé que todos somos parte de una familia formada por cinco mil millones de miembros, treinta millones de especies, y todos compartimos el mismo aire, agua y tierra. Las fronteras y los gobiernos nunca cambiarán eso.
Aún soy sólo una niña, y sé que todos estamos juntos en esto, y debemos actuar como un único mundo tras un único objetivo.
Aunque estoy enfadada, no estoy ciega, y, aunque tengo miedo, no me asusta decirle al mundo cómo me siento.
En mi país derrochamos tanto… Compramos y desechamos, compramos y desechamos, y aún así, los países del Norte no comparten con los necesitados. Incluso teniendo más que suficiente, tenemos miedo de perder nuestras riquezas si las compartimos.
En Canadá vivimos una vida privilegiada, plena de comida, agua y protección. Tenemos relojes, bicicletas, ordenadores y televisión.
Hace dos días, aquí en Brasil, nos sorprendimos cuando pasamos algún tiempo con unos niños que viven en la calle. Y uno de ellos nos dijo: “Desearía ser rico, y si lo fuera, daría a todos los niños de la calle comida, ropa, medicinas, un hogar, amor y afecto”.
Si un niño de la calle que no tiene nada está deseoso de compartir, ¿por qué nosotros, que lo tenemos todo, somos tan codiciosos?
No puedo dejar de pensar que esos niños tienen mi edad, que el lugar donde naces marca una diferencia tremenda. Yo podría ser uno de esos niños que viven en las favelas de Río; podría ser un niño muriéndose de hambre en Somalia; un niño víctima de la guerra en Oriente Medio, o un mendigo en la India.
Aún soy sólo una niña, y sé que si todo el dinero que se gasta en guerras se utilizara para acabar con la pobreza y buscar soluciones medioambientales, la Tierra sería un lugar maravilloso.
En la escuela, incluso en el jardín de infancia, nos enseñan a comportarnos en el mundo. Ustedes nos enseñan a no pelear con otros, a arreglar las cosas, a respetarnos, a enmendar nuestras acciones, a no herir a otras criaturas, a compartir y a no ser codiciosos.
Entonces, ¿por qué fuera de casa se dedican a hacer las cosas que nos dicen que no hagamos?
No olviden por qué asisten a estas conferencias: lo hacen porque nosotros somos sus hijos. Están decidiendo el tipo de mundo en el que creceremos. Los padres deberían poder confortar a sus hijos diciendo: “todo va a salir bien”, “esto no es el fin del mundo” y “lo estamos haciendo lo mejor que podemos”.
Pero no creo que puedan decirnos eso nunca más. ¿Estamos siquiera en su lista de prioridades? Mi padre siempre dice: “Eres lo que haces, no lo que dices”.
Bueno, lo que ustedes hacen me hace llorar por las noches. Ustedes, adultos, dicen que nos quieren. Los desafío: por favor, hagan que sus acciones reflejen sus palabras.
Gracias.